PRESENCIA VIVA DE LA CABALA
FEDERICO GONZALEZ - MIREIA VALLS
Manos de bendición en una estela cananita del siglo XIII a. C.
Estela cananita del siglo XIII a. C.
INTRODUCCION

Los orígenes del pueblo judío y su religión son oscuros, como los de todos los pueblos y religiones, según hoy lo tiene bien claro la Historia de las Religiones, a la inversa de lo enfatizado por las distintas ramas abrahámicas que quieren tener la propiedad de la deidad, lo cual es característico de los tres monoteísmos, que consideran a cada una de sus tradiciones como única, a tal punto que la Historia nace cuando ellas aparecen o cuando se conocen sus libros sagrados que las unifican, lo que es particularmente tocante en lo que respecta al judaísmo y cristianismo que conservan casi todo el Antiguo Testamento (Tanakh), su Historia Sagrada, en común.

Rainer Albertz en su Historia de la religión de Israel en tiempos del Antiguo Testamento afirma:

De hecho, ninguna de las religiones conocidas se encontró con una especie de tabula rasa en materia religiosa, sino que se fue construyendo sobre categorías ya existentes. Y eso es válido para el cristianismo, para el budismo, para el islam y, naturalmente, también para la religión israelita.1

En todo caso, la Toráh, o sea el Pentateuco, obra atribuida a la entidad llamada Moisés –aparte de las dos versiones del Génesis y otras contradicciones que contiene– ha sido siempre tomada como lo más sagrado y el verdadero centro de su cultura, que ha ido consolidando la Tradición Judía tal cual ha llegado a nosotros, desde los mitos fundacionales, los Patriarcas, su descendencia y la constante del exilio y la persecución, al punto de hacerlos esclavos en ciertos períodos, aunque finalmente se liberan siempre.

Pero posteriormente con el reinado de David y Salomón y la construcción del Templo adquiere su máximo esplendor y brillo siendo la civilización mayor en muchos sentidos de toda el área.

La vida de este pueblo, según lo narran sus propios textos, es una constante paradoja y una permanente aventura, donde el Nombre de su divinidad va cambiando, lo que sirvió luego a los cabalistas como campo fértil de sus especulaciones que culminaron en la Edad Media, en España.

Así este pueblo de pastores, seminómades, o nómades, se va organizando lentamente, en tribus o clanes con estadías prolongadas en otras civilizaciones, como Egipto o Caldea,2 y enriqueciéndose por estos saberes que siempre supo aprovechar y al mismo tiempo darles su característica propia basada en la Toráh, o ley, que incluye los diez mandamientos (mitzbot), recibidos por Moisés en el Monte Sinaí y que grabará en dos piedras, que junto con la Toráh escrita y los libros posteriores incluidos en el Antiguo Testamento constituyen el corazón de la religión y el orden judíos.

Y sobre todo la enseñanza oral y los comentarios esotéricos, metafísicos, que el propio legislador compartió con sus discípulos y éstos con otros hasta nuestro sol, según lo atestigua la Tradición del pueblo de Israel que desde el comienzo se hizo presente y cristalizó en la Cábala.3

Hasta ese momento su visión del mundo era "animista" y la presencia de lo sagrado se encuentra epifánicamente expresada por árboles (encinas), rocas (como es el caso de la piedra de Jacob en la que apoyó su cabeza y sintió su tremendo poder), o pozos, o fuentes santas.4

Tal cual ha sucedido con todos los pueblos que se conocen, muchos de los cuales han padecido análogas circunstancias o parecidas experiencias, que también se dan en el microcosmos y en la larguísima iniciación en el Camino del Conocimiento, por la correspondencia entre el hombre y el universo.5

A estas líneas habría que agregar que es bajo el dominio griego que la antigua tradición hebrea florece y produce autores como Filón de Alejandría6 y el historiador Flavio Josefo; desde entonces el influjo griego ha sido permanente, como lo ha sido para los cristianos y posteriormente para el Islam, de lo cual es un ejemplo formal la obra del sufí Ibn el Arabi. Finalmente los islámicos introducen en buena parte ese pensamiento que hoy es el propio de los occidentales en toda Europa (luego pasará a América), como lo habían difundido anteriormente los romanos y bizantinos a través de sus Imperios.

Sin embargo para los judíos guiados por YHVH, el Orden, o la Ley, es, como se puede apreciar en el relato bíblico, susceptible de numerosas transgresiones por sus jefes es decir sus conductores elegidos por YHVH mismo, como es el caso de David y otros.7 Aunque las más graves sin duda son las atinentes a la confusión y suplantación de la magia vulgar o supersticiosa frente a la teúrgia y la revelación.

Este es un tema delicado ya que la distinción entre Magia y Teúrgia es apenas perceptible, aunque la Tradición Hebrea, es decir la Cábala, denosta también a la magia y a sus practicantes –tal cual es evidente en ciertas partes de la Biblia– al igual que posteriormente lo haría José Chiquitilla (o Gikatilla) y otros, que en el siglo XIII en Sefarad repudiaban la magia de los ignorantes y literales al mismo tiempo que realizaban trabajos de trasfondo metafísico que actuaban a todos los niveles, como han sido siempre para la historia de este pueblo los pantáculos, transposiciones de letras y números, cuadrados mágicos y talismanes que reclaman la intervención del cosmos, sus misterios y Nombres Divinos irrumpiendo en el mundo del hombre.

Se debe decir que todos estos elementos son propios de la Tradición Hebrea, aunque pueden rastrearse muchos de otras civilizaciones con las que convivió y que no sólo han dado profetas que veían en sueños –lo que es tan importante en esta Tradición de grandes taumaturgos y augures como hacedores de la lluvia.8 Puesto que excelsos sabios y rabinos, distantes en el tiempo –pero que existen actualmente en verdad en otro plano de la realidad– están unidos sólidamente por la gran cadena áurea, en la que la misma voz de la deidad se hace presente.

O sea, la permanente presencia divina, ya que es el mismo YHVH quien los ha protegido, pese a que una y otra vez se han desviado de la Tradición por lo que también los castiga y constantemente los somete a presión.

Los libros del Pentateuco parecen haber sido escritos por cuatro escuelas de sabiduría israelí que confluyeron finalmente en el propio texto. En efecto, son tres las corrientes que se mencionan contribuyendo a su creación: a) el documento Yahavista, b) el Elohista y el sacerdotal y c) el Deuteronomio, distinto no sólo estilísticamente a los demás. El responsable de la compleja formación de este conjunto parece que fue Esdras a finales del V o comienzos del siglo IV a. C.

R. Albertz, en su libro ya citado, dando cuenta de la investigación actual concluye:

La enorme cantidad de saltos y divergencias que se perciben en los textos del Pentateuco –desde el libro del Exodo hasta el Deuteronomio– indica con toda probabilidad que en la redacción se han compilado diferentes tradiciones religiosas de la época antigua, acomodándolas a los intereses concretos de ciertos grupos de diferente mentalidad.

Otro autor, Jesús Peláez del Rosal, asevera en su Los Orígenes del pueblo hebreo9:

Para los hebreos la tierra era semejante a un disco. Según Proverbios (8, 27), la Sabiduría jugaba con la bola de la tierra, disfrutaba con los hombres; en otros textos, la tierra se extiende sobre la nada como un paño, es rectangular y tiene cuatro extremos: El tendió el cielo sobre el vacío, colgó la tierra sobre la nada, metió el agua en bolsas sin que éstas se desgarren por su peso (Job 26, 7); la aurora agarra la tierra por sus extremos y sacude de ella a los malvados (Job 38, 12). Son muy numerosos los textos que hablan de los (cuatro) extremos de la tierra, de sus puntas finales o ángulos: kanphot ha’arets (ángulos, Is. 11, 11; Ez. 7, 2), qetsé ha’arets (extremos, Dt. 13, 8: de un extremo a otro de la tierra; congregará a los dispersos de Israel de los cuatro extremos del orbe, Is. 11, 12).

Como se puede apreciar la cosmogonía hebrea no ha diferido de las hindúes, chinas y precolombinas10 y las de todos aquellos que han visualizado al mundo como una isla rodeada por las aguas. En el caso de los chinos esta isla era una tortuga marina y los hombres vivían sobre ella, los hindúes creían también que la superficie rugosa de la tierra era el lomo de un elefante. En cuanto a los aztecas, esta superficie era la de un lagarto, un caimán, cipactli.11 En todas estas culturas la imagen de lo cuadrado (= a tierra) y la del cielo (= a círculo) se alternan constantemente intercambiándose los unos en los otros lo cual ha derivado posteriormente en el Hermetismo en lo que se ha llamado la cuadratura del círculo y la circulatura del cuadrado. Estas figuras geométricas por otra parte son complementarias y a la primera corresponde la contracción mientras a la otra la expansión, teniendo ambas en común para comenzar los 360 grados de su superficie. Aunque el círculo se considera superior al cuadrado pues todos los puntos de su superficie están igualmente equidistantes del centro.

Desde luego la identidad de los judíos también ha estado dada por los ritos de su Tradición, sus usos y costumbres: la circuncisión, el sábado, las distintas ceremonias y días sagrados, el candelabro de los siete brazos y siempre los mandamientos... etc.

Pero en este estudio nos interesa el pensamiento judío que los hebreos suelen llamar "misticismo" y más de manera especial el de la Cábala, o sea de su metafísica, que sin estar obligadamente separada del aparato religioso, tiene otros contenidos que no necesariamente ni siempre coinciden con él, al punto que numerosos cabalistas han sido en su tiempo considerados heterodoxos.

En verdad, las relaciones bíblicas podrían ser equiparables a las de la mitología griega, en el sentido de la dramatización de los nombres divinos, o los de los dioses, cargados así de la emoción, la angustia, y los distintos desenlaces siempre asombrosos propios de estas sagas. Aunque la visión griega es más suelta, orgánica y mejor estructurada para los fines de la evocación, la reminiscencia, mientras en el otro caso, la sujeción a pautas constantes –casi tabúes– de temor a YHVH, el protagonista de toda acción, dejan sin lugar a las intervenciones de las deidades del plano intermediario que rescatarán luego los cabalistas por medio de los nombres divinos.

NOTAS
1 Rainer Albertz, Historia de la religión de Israel en tiempos del Antiguo Testamento, Editorial Trotta, Madrid, 1999.
2 En la Antigüedad se llamaban "magos" a los teúrgos y sabios caldeos. Pero más importante que esto es destacar que el patriarca Abraham, origen de las tres religiones monoteístas, era oriundo de Ur, en Caldea.
3 También el Talmud ha contribuido a esta función, aunque mucho más luego y conformará la religión en más de una perspectiva exotérica; ver más adelante.
4 Elie Kedourie. The Jewish World. Ed. Harrison House, New York, 1986: "Pre-Exilic Jewry", H. W. F. Saggs. Y otros importantes estudios en el mismo libro sobre estos temas.
5 La historia sagrada del pueblo de Israel es la descripción de los avatares del alma en el iniciado, el cual puede conjugar de modo simultáneo toda su herencia y participar así directamente de una modalidad específica, la suya, del Ser Universal.
6 El cual al abrazar la filosofía griega formula al judaísmo en esa perspectiva transformando el Mito en Logos. Es decir, la elaboración judaica y bíblica en un logos griego.
7 La poligamia no fue sólo admitida, sino practicada por estas tribus, y aún en la época de los reyes porque la unión estaba ligada a la descendencia física y espiritual. Fueron cientos, si no miles, las esposas y concubinas de Salomón a lo largo de su reinado.
8 Llamados "trazadores de círculos". Hasta la época del nacimiento de Jesús había una familia, los hijos y nietos de Honi, a los que venían los sacerdotes a pedirles que hicieran llover. Fue tan grande su poder que incluso mandaban sobre los mismos espíritus, por lo que fueron amonestados por los rabinos que, sin embargo, los necesitaban. El trazado de círculos era imprescindible en sus ritos.
9 Jesús Peláez del Rosal. De Abrahán a Maimónides I. Los orígenes del pueblo hebreo. Ediciones El Almendro, Córdoba, 2003.
10 No debe parecernos curiosa esta relación puesto que ya fue señalada por varios cronistas coloniales, algunos de ellos tachados de conversos, o sea conocedores de la cosmogonía hebrea.
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