PRESENCIA VIVA DE LA CÁBALA II
LA CÁBALA CRISTIANA

FEDERICO GONZALEZ - MIREIA VALLS

CAPITULO IV
LA CABALA EN ITALIA (7)

Giordano Bruno (continuación)
En la epístola que precede a la Cábala del caballo Pegaso, Bruno dedica el libro al Señor Don Sapatino, obispo de Casamarciano, pero leyendo este pasaje ya vemos que tal dedicatoria se extiende más allá:

Cierto, nadie podrá comprenderlo todo más expresamente que vos, porque estáis fuera de todo; podéis entrar por todo porque nada os tiene encerrado; podéis tenerlo todo porque no tenéis nada (no sé si me explicaré mejor describiendo vuestro inefable intelecto). No sé si sois teólogo o filósofo o cabalista, mas sé bien que sois todo eso, si no por esencia, por participación; si no en acto, en potencia; si no de cerca, de lejos. En cualquier caso creo que sois tan suficiente en lo uno como en lo otro. Y por eso aquí tenéis la cábala, teología y filosofía, quiero decir: una cábala de filosofía teológica, una filosofía de teología cabalística, una teología de cábala filosófica, de suerte que no sé si estas tres cosas las tenéis en todo o en parte o en nada, pero estoy muy seguro de que tenéis todo de nada en parte, parte de todo en nada, y nada de parte en todo.226

¿Alguien se da por aludido? Para el que reconozca, de veras, que esto se dirige a quien lo desea con ardor, y que no son simplemente palabras interesantes, curiosas, o excentricidades de un extravagante ya muerto, Bruno agrega:

Pero, pasando ya a nosotros, me preguntaréis: ¿Qué me enviáis? ¿de qué trata este libro? ¿de qué presente me habéis hecho digno? Y yo os respondo que os ofrezco el don de un Asno, se os presenta el Asno que os dará honor, aumentará vuestra dignidad, os pondrá en el libro de la eternidad.227

¿Cómo ser entonces letra viva de este libro?, se pregunta el cabalista. Y prosigue el Nolano ofreciendo puntualmente las herramientas para la labor, o sea un conjunto de simbólicas presentadas a veces como esquemas, juegos, agrupaciones de imágenes concatenadas, emblemas, o bien como figuras o grabados con secretos vínculos con letras, números, versos e incluso músicas o incantaciones, cual diseños superpuestos que adquieren indefinidas dimensiones simultáneas, desde la plana a la volumétrica, e incluso otras insospechadas pero posibles en el orden cósmico. Lo que también nos evoca la imagen de un mapa topográfico, que cuando uno lo consulta al tiempo que va recorriendo la geografía que describe, descubre la identidad entre lo trazado en el papel y los parajes que va pisando. Igual para la aventura del Conocimiento. Estos símbolos o códigos son como los planos del concierto macro y microcósmico, la impronta de un sello único que el ser humano lleva también grabado en sí, y que el rito de la memoria hace presente, actual y hasta casi evidente; y decimos casi porque todas estas realidades, salvo la del mundo concreto y material, son invisibles. En la Cábala del caballo Pegaso, el modelo escogido por Bruno para estos fines mnemotécnicos228 es el del Arbol Sefirótico:

Sebasto.– Así lo han dicho teólogos principales y de primer rango, pero jamás usaron un modo de decir tan prolijo como el tuyo.

Saulino.– Porque la cosa no ha sido explicada y aclarada jamás tal como yo voy a aclarárosla y explicárosla ahora.

Coribante.– Dí,pues, que te escucharemos con atención.

Saulino.– Para que no os espantéis cuando oigáis el nombre del asno, asinidad, bestialidad, ignorancia, locura, quiero poner en primer lugar ante los ojos de vuestra consideración y traeros a la mente el pasaje aquel de cabalistas iluminados que (con luces distintas de las de Linceo, con otros ojos que los Argo) profundizaron no digo ya hasta el tercer cielo, pero sí en el profundo abismo del universo supramundano y ensófico. Mediante la contemplación de esos diez Sefirotas, a los que llaman en nuestra lengua miembros y vestimentas, penetraron, vieron, concibieron quantum fas est homini loqui. Allí están las dimensiones Ceter, Hocma, Bina, Hesed, Geburah, Tipheret, Nezah, Hod, Iesod, Malchuth, a la primera de las cuales llamamos Corona, a la segunda Sabiduría, a la tercera Providencia, a la cuarta Bondad, a la quinta Fortaleza, a la sexta Belleza, a la séptima Victoria, a la octava Alabanza, a la novena Fundamento, a la décima Reino. Dicen que a ellas responden diez órdenes de inteligencias, al primero de los cuales llaman Haioth heccados, al segundo Ophanim, al tercero Aralin, al cuarto Hasmalin, al quinto Choachin, al sexto Malachin, al séptimo Elohim, al octavo Benelohim, al noveno Maleachim, al décimo Issim. Nosotros llamamos al primero de ellos Animales santos o Serafines, al segundo ruedas formantes o Querubines, al tercero Angeles robustos o Tronos, al cuarto Efigies, al quinto Potestades, al sexto Virtudes, al séptimo Principados o dioses, al octavo Arcángeles o hijos de los dioses, al noveno Angeles o Embajadores, al décimo Almas separadas o héroes. De ahí derivan en el mundo sensible las diez esferas: 1. el primer móvil, 2. el cielo estrellado u octava esfera o firmamento, 3. el cielo de Saturno, 4. el de Júpiter, 5. el de Marte, 6. el del Sol, 7. el de Venus, 8. el de Mercurio, 9. el de la Luna, 10. el del Caos sublunar dividido en cuatro elementos. Les asisten diez motores o les están insitas diez almas: la primera Metattron o príncipe de los rostros, la segunda Raziel, la tercera Zaphciel, la cuarta Zadkiel, la quinta Camael, la sexta Raphael, la séptima Aniel, la octava Michael, la novena Gabriel, la décima Samael, bajo quien están cuatro terribles príncipes, el primero de los cuales es señor del fuego y es llamado por Job Behemoth; el segundo es señor del aire y los cabalistas y el vulgo lo llaman Beelzebub, esto es, príncipe de las moscas, idest de los volátiles inmundos; el tercero es el señor de las aguas y Job lo llama Leviathan; el cuarto reina sobre la tierra, toda la cual recorre y circunda y Job lo llama Sathan. Pues bien, ved aquí que según la revelación cabalística Hocma, a quien responden las formas o ruedas llamadas querubines, que influyen en la octava esfera, donde reside la virtud de la inteligencia de Raziel, el asno o asinidad es el símbolo de la sabiduría.229

En cuanto al modo de encarar esta "empresa", es cuestión de recuperar ese estado de la conciencia de vacuidad o ignorancia, que Bruno, al igual que cualquier iniciado dispuesto a experimentar lo metafísico, asimilan a la Asinidad, explicada así por uno de los protagonistas del diálogo en la Cábala del caballo Pegaso:

Saulino.– Escucha a este respecto un principio para otra distinción más concreta: lo que une nuestro intelecto, que está en la sabiduría, a la verdad, que es el objeto inteligible, es una especie de ignorancia, según los cabalistas y ciertos teólogos místicos; otra especie según los pirronianos, efécticos y similares; una tercera según los teólogos cristianos, entre los cuales el de Tarso la ensalza tanto más cuanto a juicio de todo el mundo es tenida por mayor locura. Por la primera especie siempre se está negando, por lo cual se le llama ignorancia negativa que jamás se atreve a afirmar. Por la segunda especie siempre se está dudando y jamás se osa decidir o definir. Por la tercera especie todos los principios se tienen por conocidos, aprobados y manifiestos con seguridad sin ningún tipo de demostración y evidencia. La primera especie está significada por el pollino errabundo y fugitivo; la segunda por una asna clavada en medio de dos caminos, sin que jamás se mueva, incapaz de decidir sobre cuál de los dos debe más bien encaminar sus pasos; la tercera por el asna con su pollino que lleva sobre sus espaldas al redentor del mundo, donde el asna –según enseñan los doctores sagrados– es imagen del pueblo judío y el pollino del pueblo gentil que como hija iglesia nace de la madre sinagoga, perteneciendo tanto los unos como los otros al mismo pueblo procedente del padre de los creyentes, Abraham. Estas tres especies de ignorancia, como si de tres ramas se tratara, se reducen a un tronco común, sobre el cual influye desde el ámbito arquetípico la asinidad y que está firmemente plantado en las raíces de las diez sefirotas.230

Este es el punto de partida, y el espíritu con el que debe realizar todo su periplo, contando empero con la necesidad de recibir la "visita" del siempre invocado mensajero (lo que es una obra de la gracia), el cual le abrirá la puerta hacia la libertad y le guiará por los valles, llanos y angosturas de los indefinidos estados del ser, atravesando límites y fronteras, tal como le acontece al Asno al final del libro.

Asno.– (…) Pero ahí viene mi Cileno en persona; lo reconozco por el caduceo y las alas. Bienvenido hermoso y alado mensajero de Júpiter, fiel intérprete de la voluntad de todos los dioses, generoso donante de las ciencias, enderezador de las artes, contínuo oráculo de los matemáticos, calculador admirable, elegante orador, hermoso rostro, gallarda compostura, facundo aspecto, gracioso personaje, hombre entre los hombres, entre las mujeres mujer, desgraciado entre los desgraciados, entre los felices feliz, entre todos todo, que gozas con quien goza, con quien llora lloras; por eso por todas partes vas y estás, eres visto y captado. ¿Qué bien nos traes?

Mercurio.– Asno, puesto que cuentas con llamarte y ser académico, yo –como quien te ha concedido otros dones y gracias– también ahora con autoridad plenaria te ordeno, constituyo y confirmo como académico y dogmático general, para que puedas entrar y habitar por doquier, sin que nadie te pueda cerrar la puerta o causar cualquier tipo de ultraje o impedimento, (…). Entra, pues, donde te guste y plazca. Tampoco queremos que estés obligado por la regla del silencio bienal del orden pitagórico o por cualquiera otras leyes ordinarias, (…). Habla, pues, entre los acústicos; considera y contempla entre los matemáticos; discute, pregunta, enseña, explica y afirma entre los físicos; hállate con todos, discurre con todos, hermánate, únete, identifícate con todos, domina a todos, sé todo.231

Aunque antes se las ha tenido que ver con el docto pitagórico Mico, que le ha puesto cientos de impedimentos para poder entrar en la cofradía, lo que el Nolano aprovechará para dirigir una crítica sarcástica a los que se erigen representantes del saber esotérico, y autorizados por tanto a aceptar o rechazar a tal o cual candidato según lo que establecen los manuales, y a otorgarle más adelante los correspondientes grados. Por cierto que en la actualidad esto se ha agravado hasta el extremo, de suerte que muchas de estas supuestas "autoridades" no son más que simples embaucadores, unos ansiosos de poder, manipuladores y oficinistas que conceden o retiran carnés, con una mentalidad más próxima al mercantilismo que a la libertad que regala el Conocimiento. Y así se emponzoña el panorama, como vemos que sucede con la Cábala, que se vende como producto Hollywoodiense o bien como algo secretísimo reservado al rabinato oficial, y no como lo que es, un paseo inmenso por los senderos luminosos del universo que sigue vibrando al son de las cuerdas tañidas por el cantor, músico o poeta, en definitiva artista, que se suma a su recreación. Sólo como muestra de la ridiculez y también malicia de los "oficiales" del esoterismo, sigamos de nuevo a Bruno:

Asno.– ¿Qué academia es esta que tiene escrito sobre la puerta Lineam ne pertransito?

Mico.– Es una escuela pitagórica.

Asno.– ¿Podré entrar?

Mico.– Como académico no sin muchas y difíciles condiciones.

Asno.– ¿Cuáles son esas condiciones?

Mico.– Son más bien muchas.

Asno.– He preguntado cuáles, no cuántas.

Mico.– Te responderé lo mejor que pueda, diciéndote las principales.232

Y tras soltarle la gran parrafada:

Asno.– ¡Oh, escuela honorable, estudio egregio, secta hermosa, colegio venerable, gimnasio clarísimo, liceo invicto, y academia entre las primeras primerísima! El asno errante, cual siervo sediento, a vosotros, como fresquísimas y limpísimas aguas; el asno humilde y suplicante se presenta ante vosotros, benignísimos acogedores de peregrinos, deseoso de ser adscrito a vuestra sociedad.

Mico.– ¿A nuestra sociedad, eh?

Asno.– Sí, sí, sí, señor; a vuestra sociedad.

Mico.– Váyase por aquella puerta, señor, que de esta otra están excluidos los asnos.

Asno.– Dime, hermano: ¿por qué puerta entraste tú?

Mico.– El cielo puede hacer que los asnos hablen, pero no que entren en la escuela pitagórica.233

Los heroicos furores siguen revelando cómo la simbólica de la Cábala está presente en las meditaciones y exposiciones del Nolano, siendo ahora el tema central el del Eros que atrae y eleva al cabalista por las altas esferas del universo. Acerca de esta cuestión, apunta de León-Jones:

Las constelaciones mencionadas y reorganizadas en el Spaccio son utilizadas posteriormente en la Cabala y De gli eroici furore (De los heroicos furores). El Eroici es quizás el más complejo de los diálogos, tanto en su composición como en sus conceptos. Bruno declara que es su cántico de los cánticos. Constituido por emblemas, el diálogo expone la teoría de Bruno acerca del Eros místico. Todos los emblemas están relacionados con temas amorosos: los dos más importantes son los ciclos dedicados al mito de Acteón y los nueve Amantes ciegos, que son descripciones alegóricas de la metempsicosis. Aunque parecen fantasiosos, los emblemas son figuraciones para un discurso profundamente profético. En el comentario a los poemas, Bruno predice el advenimiento del anno mundi, en el que una renovación cósmica –una especie de metempsicosis cósmica– tendrá lugar. Modelados con la estructura cabalística del Cantar de los Cantares, los temas de amor poéticos del Eroici derivan del misticismo erótico cabalístico. Cada diálogo proporciona elementos que deben ser reunidos, como pasos o etapas diferentes en un manual. En verdad, los tres diálogos están tan íntimamente conectados por sus conceptos principiales que sólo pueden entenderse como un todo: los tres constituyen una unidad.234234

Y un poco más adelante, añade algo muy interesante relacionado con el tema de nuestro estudio:

Las ideas cabalísticas son más frecuentes en el ordenamiento cosmológico de Bruno porque él las encuentra compatibles con la doctrina neoplatónica y neopitagórica. El neoplatonismo judío es tal vez más antiguo que la forma cristiana, de aquí que la Cábala judía estuviera empapada de ideas neoplatónicas para el Renacimiento. Para Bruno, el interés por la Cábala no se limita a factores estrictamente cosmológicos, sino que se extiende a los objetivos religiosos trascendentales basados en sus conceptos del misticismo y la profecía. Ambos, tanto su misticismo como su profecía, están inexorablemente unidos a su conocimiento del pensamiento judío a través del Antiguo Testamento. Sus ejemplos de profecía están fundamentados en figuras del Antiguo Testamento y alusiones bíblicas. Una lectura profunda de los Diálogos italianos de Bruno revela la preponderancia de referencias a los libros del Antiguo Testamento en partes claves de sus argumentaciones filosóficas, principalmente los tres libros atribuidos a Salomón: Eclesiastés, Proverbios y el Cantar de los Cantares. Bruno llega hasta apropiarse del título Cántico para los Eroici. En la Biblia, Bruno encuentra la expresión de sus principios fundamentales: por ejemplo, el Libro de Job, que Bruno estaba convencido que revela los secretos de la naturaleza y la estructura del universo; el Cántico, cuyo erotismo expresa la unio mystica de la Cábala; o el Eclesiastés, que sostiene la teoría de la metempsicosis. Bruno prefiere los libros Poéticos porque la poesía está relacionada con la profecía en el neoplatonismo –y porque los autores, especialmente en el caso de Salomón, tienen una larga tradición de ser considerados magos, o según el parecer de Bruno, Cabalistas.235

Del texto del Nolano queremos aportar primero un emblema, que se asocia luego a un soneto, lo que alimenta el diálogo de los personajes que escudriñan el enigma. De hecho son como flashes que van iluminando ambientes, los dioramas de la conciencia, que una vez reunidos conforman el gran Teatro del Mundo, siempre cambiante por el hecho de ser creado, pues al decir de Bruno lo único inmutable es el Universo infinito, integrado por mundos y mundos en constante movimiento.236 Aquí, los protagonistas son Cicada y Tansillo, que se van encontrando con los distintos decorados, como este:

Cicada.– Pasemos al tercero.

Tansillo.– El tercero lleva en el escudo un muchacho desnudo recostado en un verde prado, que apoya la cabeza sobre un brazo, con los ojos vueltos hacia el cielo, hacia ciertos edificios –estancias, torres, jardines, huertos– que se levantan sobre las nubes; allí hay un castillo de fuego construido y, en medio, una inscripción que dice: "Mutuo fulcimur".

Cicada.– Y esto, ¿qué quiere decir?

Tansillo.– Considera a este furioso, significado por el muchacho desnudo –simple, puro y expuesto a todos los accidentes de naturaleza y de fortuna–, de qué manera edifica con la fuerza de su pensamiento castillos en el aire y, entre otras cosas, una torre cuyo arquitecto es el amor, la materia el amoroso fuego y él mismo quien la construye. "Mutuo fulcimur" –dice–: es decir, yo os edifico y sostengo allí con el pensamiento, y vosotros me mantenéis aquí con la esperanza, vosotros no tendríais vida si no fuese por la imaginación y el pensamiento con que os formo y sostengo, y yo sin vida me hallaría si no fuese por el alivio y refrigerio que por vuestro medio recibo.237

Lo que en tiempos y espacios pretéritos más brillantes y luminosos de la humanidad, donde las artes y las ciencias eran el centro de la vida de hombres y mujeres que fluían en el mar nutricio y fecundo de la tradición, y por tanto reconocían por doquier a la Ciudad Celeste, ahora, en la época de Bruno, esto ya apenas interesaba a nadie, más bien causaba rechazo, hasta el extremo alarmante de la actualidad, donde la humanidad agoniza aplastada por la multiplicidad y la solidificación. Pero lo que nunca podrá ahogar el error y la necedad es la posibilidad de identificar en nuestro interior esos parajes extraordinarios descritos por Bruno de innumerables maneras, y recorrerlos con determinación para enterarnos que somos los habitantes de esa Ciudad, de la Utopía, residencia del Espíritu imbatible. He aquí cómo lo plantea Bruno:

Mas vengamos ahora a nuestro propósito. Estos furores acerca de los cuales razonamos y cuyos efectos advertimos en nuestro discurso, no son olvido, sino memoria, no son negligencia de uno mismo, sino amor y anhelo de lo bello y bueno, con los que se procura alcanzar la perfección, transformándose y asemejándose a lo perfecto. No son embeleso en los lazos de las afecciones ferinas, bajo las leyes de una indigna fatalidad, sino un ímpetu racional que persigue la aprehensión intelectual de lo bello y bueno y que conoce, y a lo cual querría complacer tratando de conformársele, de manera tal que se inflama de su nobleza y luz, y viene a revestirse de cualidad y condición que le hagan aparecer ilustre y digno. Por el contacto intelectual con ese objeto divino, se vuelve un dios; a nada atiende que no sean las cosas divinas, mostrándose impasible e insensible ante esas cosas que por lo común son consideradas las más principales y por las cuales otros tanto se atormentan; nada teme, y desprecia por amor a la divinidad el resto de los placeres, sin tener cuidado alguno de la vida. (…)

Aunque hay que contar con las dificultades, los escollos que aparecen para provocar reacciones de ascenso, pero jamás para abandonar, si no es que uno ya se contenta con lo conocido y se conforma con perderse el gran Banquete.

Antes bien, sin destemplar la armonía vence y supera los horrendos monstruos; y aun en el caso de llegar a decaer, retorna fácilmente al sexto planeta, mediante esos profundos instintos que, dentro de él, danzan y cantan como nueve musas en torno al resplandor del universal Apolo; y tras las imágenes sensibles y las cosas materiales va comprendiendo consejos y órdenes divinos. Cierto es que, alguna vez, teniendo al amor –que es doble– por fiel guía, viéndose defraudado en su esfuerzo –como puede suceder– por ocasionales obstáculos, aniquila entonces, cual insensato y furioso, el amor hacia aquello que no puede comprender; confundido entonces por el abismo de la divinidad, abandona a veces la partida, volviendo después, sin embargo, a forzarse con la voluntad hacia allá donde no puede llegar con el intelecto. Es también cierto que normalmente deambula, oscilando ya hacia la una, ya hacia la otra forma del doble cupido, porque la lección principal que amor le da es que contemple en sombra (cuando no puede hacerlo en espejo) la belleza divina.238

Pero el valiente siempre apunta plus ultra, hasta que ese más allá es más real que esto, eso o aquello o cualquier otra concreción.

Siempre, por tanto, progresa desde lo bello comprendido –y por ende dotado de una medida, y en consecuencia, bello por participación– hacia lo que es verdaderamente bello, sin límite ni circunscripción algunos.

Cicada.– Vana me parece esta persecución.

Tansillo.– Por el contrario dista mucho de serlo, puesto que si bien no es cosa natural ni conveniente que el infinito sea comprendido –ni puede darse como finito, pues en ese caso no sería infinito–, es, sin embargo, conveniente y natural que el infinito sea, por el hecho de serlo, infinitamente perseguido (en esa forma de persecución que no necesita de movimiento físico, sino de cierto movimiento metafísico; que no se dirige de lo imperfecto a lo perfecto, sino que va describiendo círculos por los grados de la perfección para alcanzar ese centro infinito que ni es formado ni es forma).239

Atraídos por la riqueza del discurso multifacético de Bruno hemos olvidado un poco el personaje y sus circunstancias, pero su vida no dista un ápice de ese recorrido descrito, sino que es una con él. Así se comprende su peregrinaje relacionado con el Conocimiento, primero a París, donde en un año imparte alrededor de treinta conferencias públicas, y es designado por un tiempo lector real de Enrique III. Luego su estancia en Inglaterra, donde se encara sin miedo a la necedad de "los pedantes gramáticos de Oxford" que lo acusan de haber plagiado a Ficino. Allí gesta su proyecto universalista de renovación político-religiosa sustentada en las ideas herméticas, y entra en contacto con el poeta Philip Sidney, discípulo del gran sabio John Dee. Siguen estancias por Alemania, París y Praga, donde a la par que extiende sus enseñanzas se ceban contra él ataques cada vez más virulentos, hasta que en 1591, tras publicar sus tres grandes poemas filosóficos: De inmenso, innumerabilibus et infigurabilibus; De triplici minimo et mensura y De monade, numero, et figura, regresa a Italia bajo la "protección" de Giovanni Mocenigo, quien lo acabará entregando a la Inquisición, acusado de haber sostenido que el universo es infinito, y también por haber puesto en entredicho la ortodoxia religiosa y practicado la magia. Por ello enfrentó la hoguera inquisitorial el 17 de febrero de 1600 en el Campo dei Fiori, Roma.240 Pero como sucede con muchos de los personajes que venimos estudiando, su impronta ha sido fundamental para la pervivencia del pensamiento que todavía rescata al ser humano occidental de su tibieza y descomposición. En el caso de Bruno, de León-Jones lo pone bien de manifiesto:

En el siglo XX, Bruno el liberador y mártir ha sido también Bruno el mago, el hermetista, el científico revolucionario, el homosexual, aún el intrigante y espía, y, al renovarse un interés en su filosofía se ha creado un boom bibliográfico (y biográfico) de sus estudios. Su vida y su pensamiento continúa fascinando no sólo a los eruditos, sino también a la imaginación popular. Una biografía popular, comentarios ficticios de sus últimos días en prisión, una película y dos operas han inmortalizado a Bruno en las últimas décadas. El mito de Bruno crece a diario. Sólo para dar un ejemplo, en Francia existe un "Club Bruno" que no sólo publica investigación sobre Bruno, sino que recauda fondos para erigir una estatua de Bruno en París, imitando a la que domina el lugar de su ejecución en Roma. Un biógrafo reciente, Bertrand Levergeois, correctamente creó el término de "brunomanía" para describir este renacimiento moderno del interés en Bruno.

Algo parecido a lo que veremos que acontece con Böhme; reflejo, en el fondo, de la gran necesidad de vincularse a la fuente eterna del saber.

NOTAS
226 Giordano Bruno, Cábala del caballo Pegaso. Traducción, introducción y notas de Miguel A. Granados, Alianza Editorial, Madrid, 1990, pág. 72.
227 Ibid., pág. 72.
228 Tiene también otras obras de este carácter, entre las que destacamos, sin mencionar las que ya vendrán: *De umbris idearum; Cantus circaeus; Ars reminiscendi; **Sigillus sigillorum y l’Explicatio triginta sigillorum.
[Eds. castellanas posteriores a la publicación del presente libro: *Las sombras de las ideas, Ed. Siruela, Madrid, 2009.**El Sello de los Sellos, Libros del Innombrable, Zaragoza, 2007].
229 Ibid., pág. 100-101.
230 Ibid., pág. 110-111.
231 Ibid., pág. 155.
232 Ibid., pág. 149.
233 Ibid., pág. 151.
234 Giordano Bruno and the kabbalah, op. cit., pág. 5-6.
235 Ibid., pág. 15.
236 Giordano escribe otros tres diálogos más marcadamente cosmológicos, que son: La Cena de las cenizas; Causa principio y unidad; y Del infinito, el universo y los mundos.
237 Giordano Bruno, Los heroicos furores. Introducción, traducción y notas de Rosario González Prada. Ed. Tecnos, Madrid, 1987, pág. 99.
238 Ibid., pág. 57-59.
239 Ibid., pág. 78.
240 Pero al oír su veredicto, aún dirá: "Vosotros que pronunciáis contra mí esta sentencia, tenéis quizás más miedo que yo que la padezco".