PRESENCIA VIVA DE LA CÁBALA II
LA CÁBALA CRISTIANA

FEDERICO GONZALEZ - MIREIA VALLS
CAPITULO III
LA TRADICION HERMETICA Y LA CABALA (2)

Marsilio Ficino y Giovanni Pico de la Mirandola (cont.)
Pero vayamos ahora a Pico [1463-1494] del que ya hemos dicho es el introductor de la Cábala hebrea en el pensamiento occidental en el Renacimiento, advirtiendo también que el intercambio intelectual entre judíos y cristianos era bastante corriente en la Edad Media y volvió a brillar en Florencia, en el Renacimiento y por lo tanto en todas las cortes italianas, a saber, el mundo entero, simbolizado para ellos por Europa.

Nosotros aceptamos aquí el punto de vista de la escritora británica, al que hay que agregar fundamentalmente el nombre de Proclo en la formación de Ficino,114 autor al que volveremos más adelante.

Si consideramos los escritos herméticos y la cábala desde el mismo ángulo de análisis empleado por Pico, una serie de fascinantes simetrías se abren ante nuestros ojos. El legislador egipcio había impartido maravillosas enseñanzas místicas, ofreciendo una descripción de la creación de la que podía deducirse que conocía buena parte de lo sabido por Moisés. Unida a este conjunto de doctrinas místicas se hallaba, asimismo, una tradición mágica, la contenida en el Asclepius. También la cábala contenía un maravilloso conjunto de doctrinas místicas derivadas del legislador egipcio, y proyectaba nueva luz sobre los misterios mosaicos de la creación. Pico se perdía entre tales maravillas, en ellas veía una confirmación de la divinidad de Cristo. Ligada a la cábala, siempre existía un tipo de magia, la cábala práctica.

Además, hermetismo y cabalística se corroboraban mutuamente en relación a un tema que era fundamental para ambas doctrinas, el tema de la creación efectuada por el Verbo. Los misterios de los Hermetica eran misterios del Verbo, o Logos, y en el Pimander era gracias al luminoso Verbo, el Hijo de Dios surgido del Nous, que tomaba existencia el acto creativo. En el Génesis, "Dios habló" para crear el mundo y, puesto que habló en hebreo, las palabras y letras hebraicas para los cabalistas fueron objeto de infinitas meditaciones místicas, mientras que para los cabalistas prácticos llegaron a poseer también poderes mágicos. Tal vez sea lícito afirmar que Lactancio ha contribuido a cimentar, sobre este punto, la unión entre hermetismo y cabalística cristiana, ya que, después de haber citado el salmo "Los cielos fueron hechos por el verbo de Dios" y a San Juan, "En un principio era el Verbo", añade que tales afirmaciones han sido revalidadas por los Gentiles. "Porque Trismegisto, quien de un modo u otro consiguió comprender casi toda la verdad, también describe la excelencia y majestad del Verbo" y reconoce "que hay una lengua inefable y sacra cuyo significado ultrapasa la medida de la capacidad humana". (pág. 106-107).

Para insistir de modo puntual:

La unión entre hermetismo y cabalística, de la cual Pico fue el fundador e instigador, estaba destinada a alcanzar resultados importantes, y la subsiguiente tradición hermético-cabalística tuvo consecuencias de vastísimo alcance. Dicha tradición pudo haber tenido un carácter puramente místico, en la medida en que se cuidaba de desarrollar las meditaciones herméticas y cabalísticas sobre la creación y sobre el hombre por medio de complicadísimos laberintos de especulaciones religiosas, ricas en aspectos armónicos y numéricos absorbidos de la tradición pitagórica. Sin embargo, también manifestó un aspecto mágico y, en este sentido, Pico fue el primero en unificar los dos tipos de magia, el hermético y el cabalístico. (pág. 106).

Y más adelante esta extraordinaria investigadora explica en tres palabras el arduo tema de la Teúrgia:

Pico entiende por magia natural lícita el establecimiento de "vínculos" entre la tierra y el cielo mediante el uso correcto de las substancias naturales según los principios de la magia simpática. Puesto que tales vínculos se hallarían privados de eficacia sin la existencia de un ligamen superior como el talismán o las imágenes astrales, convertidos en objetos útiles gracias al spiritus natural, el uso de ellos debe ser incluido (o así lo creo) entre los métodos con los que el mago natural de Pico "une" las virtudes del cielo con las de la tierra, o bien, "desposa al mundo", que no es más que una forma diferente de expresar el mismo concepto. (pág. 109).

Como se puede apreciar es sobre Ficino y Pico donde se construye la estructura del primer pensamiento renacentista, el verdadero humanismo y la posterior proyección del mismo en los siglos XVI y XVII en Alemania, Francia e Inglaterra, sin olvidar la península ibérica, pasando a América posteriormente mediante diversos conductos, la mayor parte más o menos vinculados con la Masonería, heredera de la Orden de los Rosacruces.

Eugenio Garín, en un libro que ya hemos citado anteriormente nos ilustra igualmente sobre las relaciones de Ficino con Hermes y el hermetismo.

Si Platón fue para Marsilio Ficino más que el maestro, la encarnación misma de la sabiduría divina, un peso decisivo tuvo en su formación la lectura de los opúsculos herméticos, que traducidos por él al latín se contaron entre los más grandes sucesos literarios de finales del 400. La sabiduría del "tres veces grande", misteriosa y alusiva, presentada en forma admirable en una conjunción de poesía y profecía, conquistó todos los espíritus que anhelaban una religión desvinculada de la rigidez de las formas y de la estrechez de las autoridades tradicionales. A través del hermetismo se difundía la idea de una revelación perenne, tan antigua como la humanidad; no obstante, en lento pero seguro progreso. Los siempre presentes misterios del ser, revelados al hombre desde su origen, lo acompañan como el tesoro donado sin distinciones a todos; quien quiera, pues, puede reencontrarlo, con sólo interrogarse con sinceridad y pureza a sí mismo y a las cosas que lo rodean. El hombre es presentado como creatura de excepción, la imagen viviente de Dios en el mundo. El hombre, precisamente, por este parentesco con el creador es creador él mismo, y capaz de hacer converger en sí y de explotar todas las fuerzas del universo.115

En lo que se abunda posteriormente:

El hermetismo –y esto explica su éxito– enseñaba que Dios se había revelado a los hombres desde los tiempos más remotos, afirmaba la existencia de una revelación perenne de la cual todas las religiones no son más que expresiones y traducciones parciales, instaba a la paz religiosa en un culto del espíritu en que comulgan Moisés, Platón y Cristo. Y esta concordia, mientras por un lado nos da certeza de la verdad que es una, igual a sí misma, imperecedera, por el otro despoja a la religión de todas sus dificultades, de todos los obstáculos que la letra mortificante o la cristalización de los ritos parecen oponer a la crítica del filósofo, como a la queja creyente. Nos enseña a traspasar por encima de las vestimentas exteriores hasta hallar el alma verdadera que palpita en nosotros, que vive en las cosas, que está presente en todas partes; y que de manera casi ejemplar encuentra su realización en un Cristianismo interpretado a la luz de la tradición platónica que constituye la clave de todos los misterios.116

En el mismo sentido117 se expresaba Kristeller en relación a la nueva Academia Platónica:

Antes que nada, la Academia Florentina constituye una nueva fase en la larga y compleja historia de la tradición platónica, y Ficino estaba muy consciente de ser un heredero y portaestandarte de esa tradición. Sus fuentes incluían no sólo los escritos del mismo Platón y de los antiguos platónicos que nosotros generalmente llamamos neo-platónicos, sino también las atribuidas a Hermes Trismegisto y Zoroastro, Orfeo y Pitágoras, que la erudición moderna ha reconocido como productos apócrifos de la Antigüedad tardía, pero que Ficino, al igual que muchos de sus predecesores y contemporáneos, consideraba testimonios venerables de una filosofía y teología paganas antiquísimas, que precedieron e inspiraron a Platón y a sus discípulos. Ficino estaba enterado también de que el platonismo tuvo sus seguidores entre los antiguos escritores latinos, los autores eclesiásticos primitivos y los filósofos medievales árabes y latinos: por ejemplo, Boecio y Calcidio, Dionisio Areopagita y San Agustín, Avicena y Alfarabi, Enrique de Gante y Duns Scoto, y en su propio siglo, Bessarion y Cusano. Sabemos por los escritos de Ficino que muchos de estos autores, si no todos, le eran más o menos conocidos. El grado en el que estaba endeudado con alguno de ellos y el contenido e importancia de estas deudas en relación con cada uno y con su propia originalidad, son naturalmente preguntas discutibles que en su mayoría aún no han sido examinadas o contestadas. Pero es muy evidente que por lo menos Platón y Plotino, los escritos atribuidos a Zoroastro y a Hermes, y las obras filosóficas de San Agustín, dejaron profunda huella en su pensamiento. A estos nombres podemos añadir al platónico bizantino Gemistos Plethón, quien según el propio informe de Ficino dio a Cosimo de Medici la idea de fundar una academia Platónica en Florencia, idea que había de realizar muchos años después el mismo Marsilio Ficino.

Marsilio creía ser también, como hemos apuntado, el continuador de la Academia que había durado hasta el siglo VI gracias a la inmensa grandeza que le otorgó Proclo118 en el siglo V con su autoridad de sabio director durante cuarenta años de trabajos y estudios sacros y el rito del silencio, la meditación y la apertura a otros estados de conciencia y su realización, lo que va constituyendo los tramos, o mundos, de la iniciación en los misterios del Conocimiento.

No podemos aquí tratar a Proclo en profundidad, figura clave en la interpretación de Platón.119 Desgraciadamente Justiniano mandó cerrar la Academia en el 529.120 María Toscano y Germán Ancochea refiriéndose a esta figura sintetizan así la teoría (en su sentido etimológico) de las emanaciones:121

El desarrollo de Proclo es un movimiento continuo de descenso y ascenso en el cual los seres particulares primero proceden y después retornan a sus principios respectivos, pasando de la unidad a la multiplicidad y de la multiplicidad a la unidad. Todo procede por la emanación de una Unidad de la que participan las cosas que de ella proceden sin dividirla. La Unidad se despliega en una cadena de manifestaciones en serie, en la que cada principio de serie es la causa de las realidades que se derivan de ella. En este proceso de emanación, lo que hay de más elevado en una serie, toca a lo más ínfimo de la superior, actuando ambos de intermediarios, tanto en el proceso de manifestación como en el proceso de retorno.

Nos ha interesado mucho esta última posibilidad trasladada al esquema del Arbol Sefirótico y su división en cuatro planos, o sea que Kether en el Arbol de Asiyah sería el Malkhuth en el Arbol de Yetsirah, y el Kether de Yetsirah sería el Malkhuth de Beriyah. Como el Kether de Beriyah es el Malkhuth de Atsiluth y el Kether de Atsiluth la meta esquiva de la metanoia.122

Proclo profundiza en la teología negativa que se había iniciado en Plotino. Todo aquello que era Dios como "no ser", aparece, definitivamente, como la incapacidad que tiene el hombre de poner nombre a la divinidad. Todo nombre que el hombre pone a lo divino, es inexacto, es incorrecto, no sirve para nada, no define. Normalmente poner nombre significa definir, delimitar una cosa, como a Dios no lo podemos delimitar, intentar ponerle nombre a la divinidad es como una especie de empresa absurda, sin sentido, porque en el momento que lo nombro lo estoy poniendo en medio de las otras cosas, y desde el momento que lo nombro, estoy haciendo de Él una realidad entre otras realidades.123

Tanto en una época como en otra, ambos, Proclo y Ficino, fueron grandes teúrgos y ambos la unidad de serie, la cabeza de módulo, primeros en el espacio que generaron y siguen generando merced a la Gracia que les otorgan los dioses, nudos, o puntos de coyuntura en la red de la transmisión cósmica con la que se encuentran ahora ligados por finísimas cadenas de oro intelectual.

Y esa red es también musical, por lo que no eran inocentes los ritos del hierofante florentino ejecutados con la "lira de braccio" y los himnos y salmos que entonaba con una vocalización exquisita.124 D. P. Walker refiriéndose al arte ficiniano nos dice:125

La eficacia de la música para capturar el espíritu planetario o celeste, se basa sobre dos principios que en definitiva se unen. El primero es la antigua teoría tomada del Timeo de Platón o antes que él, de los pitagóricos según la cual el universo y el hombre, el macrocosmos y el microcosmos, son construidos simultáneamente siguiendo las mismas proporciones armónicas; y también según la cual existe una música de las esferas. Así, cualquier cosa que tenga las mismas proporciones numéricas que este o aquel cuerpo celeste o esfera dará proporciones parecidas a vuestro espíritu y provocará el influjo del espíritu celeste, tal una cuerda vibrante hace vibrar al unísono otra, en acorde con la misma nota o una nota consonante. Ficino, en De Vita coelitus comparanda, se refiere muchas veces a esta teoría que aplica no sólo a la música sino a la alimentación, a los remedios, a los talismanes…

Y por lo tanto se atiene a los fundamentos de su propia magia natural y simpática basada en la aplicación de las leyes de la analogía, como puertas de entrada a un mundo maravilloso. En efecto, el amor, que descubre la simpatía entre los seres establece la magia del conjunto donde la atracción y el rechazo juegan una danza permanente, incluso cambiando de polaridades, lo que define una característica del ser humano en cuanto miniatura del cosmos y como el principal agente del universo, empero sumido en la ignorancia total de sus posibilidades.

Por otra parte esta atracción y rechazo de los seres y las cosas da lugar a la magia natural, donde los elementos de la creación, incluso los seres humanos, participan de una ronda gigantesca de la que los destinos individuales (y los colectivos) convergen en una danza perenne y se van formando merced a la Inteligencia, capaz de separar con discernimiento los valores aptos para la construcción de un espacio otro necesariamente análogo al precedente en cuanto a los elementos con los que toca edificarlo, pero siempre nuevo en tanto la conjunción amorosa se ha producido. De allí la novedad permanente del amor y de la magia, conceptos que suelen ir de la mano también en Ficino y que nos revelan a aquélla como una forma del Amor –o viceversa– en cuanto se destaca la analogía de ambos unidos en un fin y origen común, componentes del hombre por su propia naturaleza, en donde se reflejan. Y así Marsilio nos llama a la reflexión.

De hecho, piensa que los hombres nunca se acuerdan de las realidades divinas, salvo de algunas de ellas, a no ser como sombras e imágenes que son percibidas como propias del cuerpo y suscitadas por los sentidos. Por consiguiente, Pablo y Dionisio, los más sabios de los teólogos cristianos, declaran que lo invisible de Dios se conoce mediante las obras suyas que se ven aquí abajo. Platón, en cambio, defiende que la sabiduría de los hombres es imagen de la sabiduría divina. Considera que es imagen de la armonía divina la misma que con voces e instrumentos musicales representamos como armonía, y que lo es de la belleza divina el acuerdo y hermosura que resultan de la apropiadísima disposición de las partes y miembros del cuerpo.

… Pero aquellos cuyo ingenio ha sido liberado y desatado del lodo del cuerpo, son de tal talante que, cuando se les presenta la forma y encanto de un cuerpo cualquiera, tan pronto como lo ven, se deleitan en su semejanza con la belleza divina. Pero de esta imagen se retiran al punto hacia aquella memoria divina, que admiran sobre todo y desean verdaderamente, y por cuya nostalgia son arrebatados hacia las realidades superiores. Platón llama enajenación divina y furor a este primer intento de volar.126

Ideario que se concreta en otra carta del florentino a Giovanni Francesco Ippoliti,127 el distinguido Conde de Gazzoldo:

Puesto que la filosofía es definida por todos los hombres como el amor a la sabiduría (su mismo nombre, introducido por Pitágoras, lo confirma) y la sabiduría es la contemplación de lo divino, resulta que el propósito de la filosofía es, ciertamente, el conocimiento de lo divino. Esto es lo que testifica nuestro Platón en el séptimo libro de La República, donde dice que la verdadera filosofía es el ascenso desde las cosas que fluyen, se elevan y caen hasta aquéllas que son verdaderamente y se mantienen siempre iguales. Por consiguiente, la filosofía tiene tantas partes y poderes auxiliares como escalones por medio de los cuales se asciende del nivel más bajo al más alto. Estos peldaños están determinados en parte por la naturaleza, y en parte, por la diligencia de los hombres, pues como Platón enseña en el sexto libro de La República, quienquiera que haya de convertirse en un filósofo debe estar dotado por la Naturaleza de tal modo que, en primer lugar, desee y esté preparado para emprender todo tipo de disciplinas; a continuación, sea veraz por naturaleza y completamente opuesto a toda falsedad; y en tercer lugar, habiendo desdeñado todo lo que está sujeto a corrupción, dirija su entendimiento hacia aquello que permanece siempre igual.

Para finalizar su misiva de esta suerte:

Según Platón, las inteligencias de aquellos que practican la filosofía, habiendo recuperado sus alas por medio de la sabiduría y la justicia, vuelan de regreso al reino de los cielos tan pronto como abandonan su cuerpo. En el cielo cumplen las mismas tareas que en la tierra. Unidas unas con las otras en libertad, dan gracias, velan por los hombres sumisamente, y como intérpretes de Dios y profetas, completan allí lo que han puesto en movimiento aquí. Dirigen los entendimientos de los hombres hacia Dios, y aclaran los misterios secretos de Dios a las inteligencias humanas. Por eso los antiguos teólogos veneraban justamente las inteligencias de aquellos que practicaban la filosofía en cuanto quedaban liberadas del cuerpo, al igual que honoraban las treinta mil divinidades de Hesíodo como semidioses, héroes y espíritus benditos.128

Las cartas de Ficino son documentos extraordinarios que nos muestran el Renacimiento desde el punto de vista de la Academia y enuncian sus ideas como si fueran exposiciones de sus libros, teniendo como corresponsales a las figuras más destacadas de Europa, ante las cuales va desarrollando su pensamiento de acuerdo a la oportunidad que le brindan sus letras. Y así todo el conjunto del epistolario que se publicó en vida del autor y que conforma una obra más en su producción, tal vez la más importante en cuanto expone su pensamiento de modo sintético, a veces coloquial, constituyendo un tesoro para los investigadores, o simplemente aquellos que se interesan por el Renacimiento, su cultura e historia.129

Los primeros discípulos de Platón solían celebrar cada año un festival en la ciudad para conmemorar el aniversario de su nacimiento. En nuestros tiempos, los Bracciolini, sus discípulos modernos, han celebrado la ocasión tanto en la ciudad como en los campos que la rodean. Nuestro libro acerca del amor recuerda las festividades campestres en casa del espléndido Lorenzo de Medici en Careggi, mientras que en la ciudad de Florencia era celebrado el festival con gastos magníficos por Francesco Bandini, hombre ricamente dotado y de alma noble.

Algunas cartas aprisionan el ambiente, lo fotografían, lo rememoran, como ésta que se refiere a una reunión de la Academia:

Yo estaba entre los presentes cuando tú, Bindacio Ricasoli, nuestro Giovanni Cavalcanti y muchos otros miembros de la Academia os sentasteis al banquete. De entre las muchas cosas distintas que discutimos en esa reunión, reflexiono a menudo sobre la conclusión que alcanzamos antes del banquete acerca de la naturaleza del alma. Te la recordaré ahora con gusto, pues nada conviene más a un hombre que disertar sobre el alma. De este modo, se cumple el mandato délfico "Conócete a ti mismo" y se examina todo lo demás, ya esté por encima o por debajo del alma, con mayor profundidad, pues ¿cómo podemos comprender plenamente cualquier otra cosa a no ser que comprendamos a la propia alma por medio de la cual todo debe ser comprendido? ¿No hace el hombre un mal uso del alma no dedicándose a su estudio, cuando es por medio del alma y por motivo de ella que él desea comprender todo lo demás?130

También sabe hacerlo en sus libros, y su discurso no tiene nada que ver con el aristotélico tomista, indispensable en la Edad Media, ni con los posteriores y enajenantes "sistemas" filosóficos, de Descartes a Kant, que hoy se entienden como si fuese la verdadera y única filosofía, algo ejemplar que se admira y constituye lo que "es", el progreso del pensamiento humano a partir del mono, o sea de otra especie. Pero estamos afortunadamente aún en el Renacimiento, en la Florencia de los Médici y su Academia Platónica y Ficino nos dice en su De Amore en el capítulo III, "Del Origen del Amor":131

Cuando Orfeo en las Argonáuticas, siguiendo la teología de Mercurio Trimegisto, cantó los principios de las cosas en presencia de Quirón y de los héroes, puso el caos antes del mundo, y colocó el amor en el seno de ese mismo caos, antes de Saturno, Júpiter y los demás dioses, con estas palabras:

Amor es el más antiguo, perfecto en sí mismo y mejor consejero. Hesíodo, en la Teología, y Parménides, el pitagórico, en el libro de la Naturaleza, y Acusilaos, el poeta coincidieron con Orfeo y Mercurio. Platón en el Timeo describió el caos de forma semejante, y en él colocó el amor. Y lo mismo refirió Fedro en el Banquete. Los platónicos llaman caos al mundo sin forma, y al mundo, caos formado. Para ellos, hay tres mundos e igualmente existirán tres caos. El primero de todos es Dios, autor de los universos, y al que llamamos bien en sí mismo. Este crea, como Platón afirma, primero la mente angélica, después el alma de este mundo, y por último el cuerpo del mundo. A este mismo sumo Dios no lo llamamos mundo, porque mundo significa ornamento, compuesto de muchas cosas, y verdaderamente El debe ser absolutamente simple, pero afirmamos que es el principio y el fin de todas las cosas. Así, la mente angélica es el primer mundo hecho por Dios. El segundo, el alma del cuerpo universal. El tercero, todo este artificio que vemos.

Como puede apreciarse la existencia de tres mundos, en todo lo creado es exacta a la afirmación cabalística que hemos estado tratando con los que se corresponden. El primero constituye el Plano de Atsiluth, el segundo, el del alma o intermediario lo conforman el de Beriyah y Yetsirah, y finalmente el de Malkhuth donde coagula todo el edificio.

NOTAS
114 Y no sólo porque este último fue el platonicorum maximus de su tiempo, o sea el director de la Academia, como Proclo, sino que asimismo tituló a su obra principal Theologia Platonica, como su antecesor neoplatónico, estableciendo de ese modo coincidencias y diferencias entre ambos. No hemos visto que se hayan estudiado comparativamente estos textos.
115 Marsilio Ficino y el Platonismo, op. cit., pág. 54.
116 Ibid., pág. 63.
117 Paul Oskar Kristeller, Ocho filósofos del Renacimiento italiano. Fondo de Cultura Económica, México, 1970, pág. 58.
118 Proclo (412-485). Obras: Teología Platónica. Comentarios al Alcibíades, Parménides, Timeo, Fedro, Fedón, República y Leyes de Platón.
119 Para la vida de Proclo ver Marino de Neápolis, Proclo o de la felicidad. Iralka, Irún, 1999.
120 Proclo, filósofo neoplatónico que se había reconocido hijo de Hermes Trismegisto, y profesaba, como otros gnósticos, la idea de la emanación, o mejor emanaciones que, como hemos visto, es propia de la Cábala.
121

María Toscano y Germán Ancochea, Místicos Neoplatónicos, Neoplatónicos Místicos. Etnos, Madrid, 1998.

122 Ver Federico González, El Tarot de los Cabalistas, Vehículo mágico, op. cit., Capítulo V, pág. 111 a 143.
123 Místicos Neoplatónicos, Neoplatónicos Místicos, op. cit., pág. 40.
124 Ficino, Pico y muchos otros participaron de ritos de esta naturaleza, lo que nos es relatado en una carta de Girolamo Benivieni recogida por Eugenio Garín en su Hermétisme et Renaissance. Éditions Allia, París, 2001, pág. 25, que precisa: "Es probable que hacia 1489 Ficino se librara, como Pico, a estas experiencias mágicas de las que más tarde tuvimos conocimiento por una carta de Girolamo Benivieni: 'la bella memoria del conde Juan Pico de la Mirandola ha buscado un tiempo junto a Marsilio Ficino, en la villa de Careggi y en otros lugares, alcanzar la unión del espíritu con Dios por medio de la magia natural y siguiendo la doctrina cabalística, así como con las observaciones, las oraciones y los perfumes que conocían, y también para hacer milagros y profetizar'".
125

D. P. Walker, La Magie Spirituelle et Angélique, de Ficin à Campanella. Editione Albin Michel, París, 1988, pág. 26. Traducción de Marc Rolland.

126 Carta sobre el "Furor Divino", Marsilio Ficino saluda a Peregrino Alio. Marsilio Ficino, Sobre el furor divino y otros textos. Traducción de Juan Maluquer y Jaime Sainz, Editorial Anthropos, Barcelona, 1993, pág. 13 y 15.
127 Marsilio Ficino, The Letters of Marsilio Ficino. Vol. III, Ed. Shepheard Walwyn, Londres, 1994, pág. 28.
128

Ibid., pág. 31.

129 De hecho, sus libros están dedicados de modo epistolar a diversos personajes florentinos o no, de los que era amigo. Muchas de estas cartas jamás fueron enviadas a sus destinatarios. Creemos, incluso, que formaban parte del mundo mágico y evocativo en que Marsilio vivía y donde esos personajes circulaban libremente. Marsilio Ficino, The Letters of Marsilio Ficino. Vol. I, Ed. Shepheard Walwyn, Londres, 2001, pág. 160.
130 Ibid., pág. 160. Carta de Marsilio Ficino a Jacopo Bracciolini, hijo del orador Poggio y heredero del arte de su padre. De modo paralelo se manifiesta en el Proemio (capítulo I, según la edición que manejamos) al De Amore que es un comentario del florentino sobre el Banquete de Platón.
131 Marsilio Ficino, De Amore, Comentario al Banquete de Platón. Traducción y estudio preliminar de Rocío de la Villa Ardua, Editorial Tecnos, Madrid, 1994. Discurso Primero, Capítulo III, pág. 10-11.