PRESENCIA VIVA DE LA CABALA II
LA CABALA CRISTIANA

FEDERICO GONZALEZ - MIREIA VALLS

CAPITULO VIII
LA CABALA EN ESPAÑA

Preludio Sefardí
Hasta llegar al Renacimiento, en Sefarad, el pueblo judío que la habitaba participó en todas y cada una de las aventuras, fortunas y sinsabores que caracterizan a la formación de lo que ha sido la España de hoy, por lo que son los protagonistas de la Historia de la nación junto con los elementos civilizadores y culturales de los godos, visigodos, celtas, tartesianos, cartagineses, griegos, romanos e islámicos, entre otros. Los hebreos jugaron un papel fundamental en los negocios, las leyes y magistratura, y en el mero poder eclesiástico cuando hubieron de convertirse en marranos, incluso para preservar sus tradiciones y su sabiduría que se manifestó en la Cábala, o sea su metafísica, al igual que en su filosofía, poesía, música y distintas formas de ser y de vivir, que siempre alegraron la existencia en Sefarad debido al carácter intenso, profundo e inquieto de judíos y judías que han gestado nada menos que nuestra lengua, a la par que la literatura española del siglo de oro; desde luego lo mismo cuentan con los aspectos opuestos incluidos: miseria, pequeñez y vanidad, también intensos.

Lo cierto es que los judíos directa o indirecta, mediata o inmediatamente nos han conformado, no sólo porque podemos descender de su sangre, o no, sino por pertenecer a una misma cultura, desde el siglo XI y –con raíces en la noche histórica–, hasta el XVII donde siguen proyectándose sus ramas que se han prolongado muy menguadas hasta hoy.

Todo esto sin contar con lo más importante, la casi identidad de sus tradiciones religiosas con las cristianas, que de dos maneras distintas representan el acervo del pueblo de Israel, al que igualmente pertenecen los cristianos con iguales antecesores y una historia sagrada común, sólo con algunas diferencias en cuanto usos y costumbres, pero con un tronco compartido que se manifiesta de muy distintas maneras en países y regiones, con un mismo sustrato que es el que caracteriza a la civilización occidental, llamada muchas veces judeocristiana.

Pero hagamos un alto y volvamos a recordar algunos datos sobre nuestros antepasados los sefardíes, lo que es lo mismo que decir los actores de la historia, los españoles. Y refrescaremos esas nociones acudiendo a un breve y sintético trabajo, casi periodístico, pero muy claro en sus conceptos, firmado por Paloma Díaz-Mas510 quien escribe:
Sabemos que en el norte de la península había ya pequeñas juderías dispersas antes del siglo X. A partir de este siglo hay testimonios de la existencia de colonias judías en Galicia y León. En la Cataluña del si­glo X parece que se dedicaban sobre todo a la agricultura, pero no exclu­sivamente, pues un siglo más tarde había en Barcelona una comunidad urbana numerosa cuyos miembros eran sobre todo sastres, zapateros, pla­teros y orfebres. Y en el siglo XII los documentos legales catalanes se so­lían redactar en hebreo cuando atañían a asuntos entre judíos, y en he­breo y latín cuando versaban sobre asuntos entre judíos y cristianos. En la misma época, los condes de Barcelona consideraban a los judíos como propiedad suya, sujeta por tanto a un estatus jurídico especial que tenía más de protector que de discriminatorio.

Parecida situación se dio en Castilla a partir del siglo X: primero los condes y luego los reyes establecieron los derechos de los judíos por medio de privilegios concedidos a las aljamas o juderías. Especialmente significativa fue la política de Alfonso VI (siglo XI), quien ofreció faci­lidades para el asentamiento en Castilla de judíos procedentes de las tai­fas, a algunos de los cuales encomendó la organización del aparato fiscal y otorgó cargos en la corte…
Insistir en este tema es de una importancia capital a todos los efectos, aunque no está claramente expuesto en la historia "oficial" de España tal como la hemos conocido hasta hace muy poco tiempo, en muchísimos casos hasta la fecha, pues es difícil bajarse de una comodidad falsa y una seguridad fingida con el propósito ideológico de poseer unánimemente el poder disminuyendo por diversos métodos la función vital de los judíos, atribuyendo todos los méritos del país a los católicos fundamentalistas inquisitoriales cuando no a los islámicos que, sin ninguna duda, asimismo la tuvieron.
También favoreció a los judíos el rey aragonés Alfonso I el Batalla­dor, durante cuyo reinado (siglo XII) se establecieron aljamas en Aragón y Navarra y se respetó el estatus de los judíos de las zonas reconquista­das a los musulmanes, como Zaragoza.

En el mismo siglo XII comenzaron a fundarse en Castilla las bases del florecimiento cultural interconfesional que habría de desarrollarse en el siglo siguiente: el arzobispo de Toledo, Raimundo de Salvetat, fundó la famosa Escuela de Traductores en la que colaboraron intelectuales cristianos y judíos y a través de la cual llegaron al mundo cristiano y europeo no sólo las obras de la sabiduría oriental, sino muchas de la an­tigüedad clásica que sólo se conservaban en sus versiones árabes. En su primera etapa la escuela tenía como misión traducir del árabe al latín, pasando por un tosco borrador intermedio en romance. La gran innova­ción de Alfonso X (ya en el siglo XIII) fue prestar exquisita atención a las traducciones al romance. De este modo, los judíos españoles no sólo contribuyeron al enriquecimiento cultural y científico de Castilla –y a través de ella, de toda la Europa cristiana–, sino que colaboraron acti­vamente en la consolidación de la lengua castellana como vehículo de expresión artística y técnica.
Llegándose finalmente a la época de la expulsión:
Tras la guerra civil que llevó a Isabel al trono de Castilla, ella y su esposo Fernando siguieron la misma línea que sus antecesores, conside­rando a los judíos como "propiedad real" bajo su protección. El por qué años más tarde los mismos reyes decretaron su expulsión ha sido objeto de amplia controversia: el propio edicto de expulsión lo justifica alegan­do que la presencia judía conllevaba el peligro de que judaizasen los con­versos, por lo cual la Inquisición había instado a los reyes a tomar tal medida; algunos historiadores lo explican por un afán de expoliar los bienes de los desterrados para enriquecer las supuestamente endeudadas arcas del Tesoro; otros lo interpretan como una concesión real a las pre­siones populares; y no faltan quienes lo achacan a un irracional fanatis­mo religioso. En la decisión final quizás pesasen varios de estos motivos. Lo cierto es que el 31 de marzo de 1492 los reyes firmaron el decreto por el cual los judíos tenían un plazo de cuatro meses para abandonar la península.

No se sabe el número exacto de los que abandonaron el país, ni tam­poco el de los que se convirtieron para no renunciar a vivir en la que consideraban su tierra. Los cálculos más modernos estiman el número de desterrados en unos cien mil, que se distribuyeron por todos los países que les eran accesibles: Portugal (de donde serían­ también expulsados pocos años después), Italia, los Países Bajos,­ el sur de Francia, el norte de África y, sobre todo, el Oriente mediterráneo, donde el entonces po­deroso imperio turco los acogió con los brazos abiertos.

Los desterrados se llamaban a sí mismos sefardíes (o sefarditas), es decir, oriundos de Sefarad, nombre hebreo de su España natal.
En el año 1989 se presentó un trabajo prolijo y sintético de Daniel Mesa Bernal511 en el Repertorio Histórico de la Academia Antioqueña de Historia del que abusaremos, esperando la comprensión del autor que, a nuestro juicio ha efectuado una pequeña summa clarí­sima:
En 1492, cuando Europa reconocía a Roma como tribunal supremo de las leyes internacionales, el español de origen judío, Rodrigo Borja o Borgia, ocupa el trono de San Pedro con el nombre de Alejandro VI, este mismo año España descubre la América y son expulsados los judíos. Hace crisis una situación que viene de siglos atrás; el número de israelitas que de buena o mala fe habían abrazado el cristianismo era importante; unos y otros, contribuyeron a la unión de las coronas de Castilla y Aragón apoyando el matrimonio de Fernando e Isabel y el descubrimiento de América.

Era conocida la ascendencia sefardita del rey Católico512 y éste era ostensiblemente deferente con las gentes de la estirpe de su madre (…).513

El matrimonio de Isabel y Fernando hubiera sido difícil, si no imposible, si los judíos de Cataluña y Aragón no exhortan a los de Castilla para ayudarlos; el prestigioso Abraham Senior de Segovia entrevistó a diversos nobles para inclinarlos a que la Infanta Isabel contrajera matrimonio con Fernando, y lo acompañó cuando fue a visitarla; por su parte Jaime Ram hijo de un rabino de Monzón obsequió a Fernando 20.000 sueldos para financiar el viaje a Castilla.
Y puntualiza con sencillez y preocupación:
Literalmente, el rey y la reina vivían rodeados de conversos. ¿Cómo se explica entonces que fuera en tiempos de Fernando e Isabel cuando se ordenó la expulsión de los judíos? España ese mosaico de razas, credos y lenguas, desde tiempo inmemorial vivió esporádicamente innumerables conflictos originados en tensiones internas de índole política, social, económica y religiosa. En ocasiones primaba un factor de discordia, en otras se sumaban varios, pero a lo largo de los siglos había siempre un ingrediente detonante que hacía crisis.

Las presiones políticas, religiosas y económicas, sumadas a las envidias, odios y resentimientos que despertaban el poderío y la influencia de los judíos, llegaron a su clímax, en esta época que con todos los contrastes y claroscuros, que han despertado tanta polémica, abren también para la cultura occidental la existencia de un Nuevo Continente.

A las tensiones internas, se sumaban las presiones externas; enemigos foráneos luchaban con toda clase de armas para socavar el poder español. Este, a su vez, se defendía buscando una cohesión interna, que permitiera presentar un frente monolítico a sus adversarios. La idea de unificación, surgió entonces como meta que había que alcanzar, implicara injusticia, y dolor para una buena parte de los descendientes, aquellos que por generaciones habían ayudado a cimentar la fuerza de estos reinos.

La situación se tornó muy difícil, cuando los conversos, que habían aceptado el bautismo a la fuerza, en gran número continuaban judaizando y los hebreos hacían proselitismo para que volvieran a su antigua religión; la Inquisición encontraba que los dignatarios de la Iglesia, asesores de reyes, clérigos, familias prestantes o no, que habían aceptado el cristianismo "Celebraban el Sabat y las fiestas hebreas, reunidos en sinagogas subterráneas o secretas y practicaban en su casa los ritos judíos".
Y con toda razón el autor toca un punto trascendente y lo liga con la aventura de América. Desgraciadamente este es un tema que no podemos tratar en el marco de este estudio pero al que sin duda volveremos dado el interés que suscita y el contenido oculto que posee, íntimamente ligados al alma de Sefarad.
Judíos y conversos apoyaron el viaje de Colón con entusiasmo pues estaban convencidos de que existían hebreos en otras tierras; esa convicción se fundaba en la tradición, en las interpretaciones de los rabinos de los libros sagrados, y en los comentarios de los viajeros.

Siempre preocupó a los judíos la desaparición de las Diez Tribus que se remonta al año 722 a. de J. C., cuando el rey Sargón II tomó la capital del reino de Israel y dispersó su población. Hasta la época del descubrimiento de América se consideraba que las Diez Tribus vivían en Asfareth, palabra que significa "la otra tierra"; término confuso y poco significativo, de allí que surgieran hipótesis y fantasías.

Comenta Vicente Risco que según el Talmud de Jerusalén había "israelitas en lugar oculto donde por especial providencia de Dios vino una nube y los cubrió, para preservarlos de los pueblos extraños". [El] Scheder Olam llama a aquellas nubes "Montañas de Oscuridad" y se ha interpretado que esa tierra oculta durante siglos fue América.

La idea de que las Diez Tribus vivían en tierras lejanas se basa principalmente en el libro cuarto de Esdras, un apocalipsis que contiene las visiones que tuvo en Babilonia en el año 557 a. J. C.

En él se da cuenta del destino del pueblo de Israel y se dice que las Diez Tribus tardaron año y medio en la travesía después de que fueron esclavizadas, para llegar a una tierra desconocida y deshabitada (Asfareth) y que diversos autores han insistido, desde el siglo XVI, es el Nuevo Mundo. El libro IV de Esdras parece fue escrito en hebreo o arameo y no está incluido en la Biblia. Es uno de los libros apócrifos más importantes del Antiguo Testamento y fue incluido como apéndice de la Vulgata, por lo que gozó de gran difusión; algunos textos litúrgicos como la misa de Réquiem se basan en él.

Sabemos que Cristóbal Colón leía a Esdras, pero la mayor parte de las citas que hace son del profeta Isaías: "Sí, se reúnen las naves para mí, con los navíos de Tarsis a la cabeza, para traer de lejos a tus hijos con su oro y su plata, para el nombre de Yavé, tu Dios; para el Santo de Israel, que te glorifique", y, "Porque he aquí que voy a crear unos cielos nuevos y una tierra nueva, y ya no se recordará lo pasado ni vendrá más a la mente". Las interpretaciones de las profecías de Isaías hacen impacto en el Almirante, más que las disquisiciones geográficas.514
Es así que judíos y conversos apoyan a Cristóbal Colón:
Los esfuerzos de los sefarditas para ayudar al genovés fueron manifiestos; en un principio contó con el apoyo infructuoso de Isaac Abrabanel y Abraham Senior, figuras importantes dentro del judaísmo y cuya influencia y riqueza eran tan reconocidas que sus correligionarios los comisionaron para negociar con los Reyes Católicos que no los expulsaran. La situación mejoró para Colón cuando entraron en juego conversos como Luis de la Cerda, Duque de Medinaceli, que pudo haber disputado el derecho de Isabel al trono de Castilla como heredero de la rama primogénita. Al conocer a Colón tomó interés por sus proyectos, le hospedó en su casa durante dos años; solicitó a su pariente Pedro González de Mendoza, Arzobispo de Toledo y Cardenal de España al que llamaban el "Tercer rey de España" que apoyara al genovés y escribió a la reina recomendándole el proyecto; su interés también se manifiesta al ofrecer tres barcos para realizar el viaje: tuvo que desistir de la idea porque la reina no le dio su asentimiento. Gracias a Luis de la Cerda el Cardenal de España, se convirtió en uno de los más entusiastas promotores de Colón. El Duque y el Cardenal tenían sangre israelita pues una abuela común era hebrea: el duque tuvo que defenderse ante el Tribunal de la Inquisición que lo acusó de judaizante.
Todo esto se ve confirmado por el importante estudio de Manuel Serrano y Sanz, extremadamente documentado, del que queremos destacar algunas citas sobre el tema que estamos tratando que juzgamos valiosas.515
Increíble parece que un hecho de tanta importancia en la historia de España, como la expulsión de los judíos, permanezca aún rodeado de nieblas, aunque todos los cronistas hablan de tal suceso cual perfecta­mente conocido. Desde Amador de los Ríos, el primero en dedicar una obra especial a las vicisitudes de la raza hebraica en nuestra Península, hasta los escritores de asuntos relacionados con aquel episodio, todos refieren el nuevo éxodo judío sin vacilaciones y sin darse cuenta de los problemas que llevaba consigo tan radical medida para ir llevando a cabo la unidad religiosa de España. Limítanse a decirnos que, resueltos los monarcas a extirpar la influencia de las ideas mosaicas, propagadas por judíos y conversos, establecieron la Inquisición y coronaron su obra lan­zando el edicto de 31 de marzo de 1492, mandando que en plazo de cuatro meses, o sea hasta el 31 de julio, salieran de España los israelitas, quienes antes podían enajenar, sin obstáculo alguno, todos sus bienes, de cualquier clase que fueran. La premura con que vendieron los judíos sus haciendas dio ocasión de enriquecerse a muchos cristianos, pues, como atestigua Andrés Bernáldez en su Crónica de los Reyes Católicos, daban aquéllos "una casa por un asno, e una viña por poco paño o lienzo".
Pero finalmente no puede prevenirse ni evitarse el momento y el Destino ineluctable de un pueblo sagrado que debe cumplirse hasta el fin.
Poco después acababa el plazo marcado para la expulsión. Con qué intenso dolor se separarían los hebreos de la ciudad que tan generosa y hospitalaria fue siempre con ellos, y que les había perdo­nado la sangre inocente del niño Dominguito del Val; de las sinagogas donde por espa­cio de siglos habían adorado al único y verdadero Dios; del fosar en que yacían los restos de sus antepasados, en cuyas sepulturas nadie rezaría ya; y después, las amarguras de aquel éxodo, el más triste de los muchos que han sufrido los judíos desde su dispersión; tristezas que consignó en breves líneas el cronista Andrés Bernáldez: "iban con muchos trabajos y fortunas, unos cayendo, otros levantando, otros moriendo, otros na­ciendo, otros enfermando, que no habia cristiano que no oviese dolor de ellos… y los Rabíes los iban esforzando, y facian cantar a las mujeres y mancebos, y tañer panderos y adufos para alegrar la gente".

Aragón fue para los judíos sefardíes el recuerdo de una felicidad pasada que no volverá más; y hoy mismo, en sus romances y cantos tra­dicionales lo mencionan con cariño.

Diseminados en Oriente los judíos aragoneses, aunque gozaban de una libertad religiosa que en España les hubiera sido cada vez más difícil con el establecimiento de la Inquisición, y aunque iban recobrando con su astucia y laboriosidad las riquezas perdidas, como todos los sefardíes, lloraban su destierro con igual melancolía que en siglos anteriores los judíos confinados en Nínive y Babilonia plañían su desventura acordándose de Jerusalén y del arruinado templo. Los judíos españoles dieron el ejemplo más hermoso que registra la historia de constancia en los afectos; y Dios, previsor de los méritos humanos, misericordioso siempre con su pueblo elegido, se adelantó a premiar esta delicadeza de espíritu asociando la raza hebrea al suceso más trascendental de la edad moderna, el descubrimiento de América, pues un descendiente de judíos fue quien prestó la llave áurea con que se abrieron las puertas del Nuevo Mundo; Luis de Santángel, bisnieto de don Noé Chinillo, suplió las deficiencias del real tesoro, consumido por las guerras, para que Colón pudiese navegar, por mares hasta entonces nunca surcados, hacia las ricas y perfumadas islas del Nuevo Continente.
Pero he aquí lo que sucedía en la Península:
Solamente en Valencia, según afirma Zurita, y en el año 1391, re­cibieron el bautismo unos once mil. En 1414 hicieron otro tanto mu­chos centenares de judíos aragoneses: "En el estío del año passado [de 1413] se convirtieron, de las sinagogas de Caragosa, Calatayud y Alca­ñízoz, mas de dozientos, y entre ellos se convirtió un judío de Caragosa llamado Todroz Benvenist, que era muy noble en su ley, con otros siete de su familia; y despues, sucessivamente en los meses de Hebrero, Mar­co, Abril, Mayo y Junio deste año, estando el Papa con su Corte en aquella ciudad de Tortosa, muchos de los más enseñados judíos de las ciudades de Calatayud, Daroca, Fraga y Barbastro se convirtieron, y se bautizaron hasta en número de ciento y veinte familias, que eran en gran muchedumbre; y todas las aljamas de Alcañiz, Caspe y Maella se con­virtieron a la fe en general, que fueron más de quinientas personas; y tras estos se convirtieron la aljama de Lerida y los judios de la villa de Tamarit y Alcolea, y fueron en número de tres mil los que entonces se convirtieron en la Corte del Papa".
Por lo que es necesario concluir que:
Con tan numerosas conversiones, y con los muchísimos enlaces de cristianos nuevos y cristianos viejos, se había formado un caos genealó­gico tan confuso, que sólo con minuciosos estudios, difíciles entonces de realizar, se podía desenmarañar aquella intrincada madeja, y era preciso echar mano de recuerdos personales y de testimonios de ancianos, ex­puestos a múltiples confusiones y a juicios apasionados.516
Y no sería extraño que muchos de nosotros fuéramos descendientes de esos españoles, como ya mencionamos, pero esto es secundario pues más se estudian de cerca las mismas raíces, ramas y desarrollos culturales, más se encuentran las mismas formas estructurales, mundos psíquicos, explicaciones y sobre todo culpa, mucha culpa en ambos bandos que, con todos sus defectos han construido como han podido este ensayo de civilización que se está desarticulando a ojos vista, pero que es nuestra forma de ver, nuestro dharma, que amamos tanto como detestamos, alternativa y simultáneamente.517


SIGLO XVI

Nos toca dar cuenta ahora, aunque someramente, de la Cábala en el Renacimiento español, que la hubo, y que tiene figuras de primera fila, bien conocidas por motivos literarios y otros brillos intelectuales como es el caso de Fray Luis de León y su colega Benito Arias Montano,518 este último relacionado con el Renacimiento Italiano y el humanismo europeo junto con otra pareja de descendientes de "marranos", fervorosos conversos que creían en el hijo del Padre, Jesús, un judío, como enviado divino. Nos referimos a Santa Teresa de Avila y a San Juan de la Cruz, igualmente vinculados entre sí, al punto que se ha dicho que la Santa fue maestra del poeta. Todos ellos tienen en común un sustrato de pensamiento formado en el judaísmo aunque fuesen a la vez cumplidos cristianos.

A ellos agregaremos otros dos autores fundamentales, León Hebreo y Abraham Cohen de Herrera, que pese a haber nacido en la península ibérica no vivieron en ella. Además no se convirtieron al cristianismo, y sus certitudes cabalísticas se complementan con sus conocimientos metafísicos obtenidos de la filosofía griega, concretamente Platón y aún su discípulo Aristóteles. Mencionaremos igualmente otros nombres, brevemente, tratando de seguir ampliando este panorama literario, muy poco estudiado desde la perspectiva cabalística, cristalizada en la Historia.

Así lo ha advertido la crítica literaria y filosófica y son numerosos los estudios actuales dedicados al tema, tanto desde el campo cristiano como del judío;519 aunque desde el judío es menor la investigación ya que sus estudiosos, como hemos visto, no respetan ni a la Cábala cristiana, ni a la pitagórica, hermético, alquímica, o sea neoplatónica, simbólica y pagana, como es nuestra vía, a la que asimismo invalidan, aunque Moshe Idel se acerca ahora a los cristianos, e incluso a la magia hermética, para destacar la paternidad del ocultismo occidental.520
El segundo punto, característico de la cábala española e importante para la cábala cristiana, es la hermenéutica cabalística. La exégesis simbólica y la numeral constituyen dos métodos de interpretación especialmente flexibles. Ambas permitieron a los cabalistas judíos extraer y a veces incluso insertar en el texto comentado opiniones cabalísticas susceptibles de discusión. Si, efectuando esto, las conclusiones de los exégetas continuaron siendo ortodoxas, se debe únicamente a sus inhibiciones teológicas. En cambio, estos métodos, empleados por los cabalistas cristianos, produjeron resultados cristológicos. La facilidad con la que se operaba este cambio teológico explica sin duda la insistencia con la que los cabalistas cristianos recurrieron a los diversos métodos de interpretación cabalís­tica.
Y finalizando:
Quisiera, para terminar, indicar lo que me parece constituye el impacto principal de la tercera fase de la cábala española sobre la cábala cristiana. La síntesis entre cábala y literatura filosófico-mágica-astrológica atenuó la naturaleza dinámica del ámbito sefirótico y las implicaciones teúrgicas de los mandamientos. Estos últimos, dado su poder de hacer descender sobre el cabalista el mar de la sabiduría divina, constituían de alguna manera el tipo ideal de comportamiento humano. Tal actitud, de acuerdo con las concepciones herméticas y neoplatónicas, vuelve a encontrarse en el Renacimiento, en los escritos de Rabí Yohannan Alemanno, compañero y quizá incluso profesor de Pico de la Mirándola. Las afinidades entre las interpretaciones mágico-filosóficas de la cábala por Pico y las de Alemanno están en la misma línea que las cabalísticas del siglo XIV español. Una vez más, el tipo específico de actividad ideal considerada por los cabalistas en términos mágicos, cede al deseo de apropiarse de los poderes divinos. Dicho de otra manera, el pensamiento judío del siglo XIV adoptó un cierto número de elementos herméticos de origen sabio y popular, y ofreció una interpretación del judaísmo que concordaba con las formas de religiosidad mágico-hermética tales como las que se puede encontrar en las traducciones de Marsilio Ficino. Junto a otros tipos de literatura con tendencia mística que penetraron en la cultura europea a partir del Renacimiento, la cábala, entendida a veces en un sentido hermético, contribuyó en gran medida a la aparición del ocultismo europeo.521
Por su parte C. Swietlicki en su libro ya citado en nota anterior (519) apunta:
La difusión de la doctrina cabalista cristiana fue estimulada por los grandes cabalistas cristianos y sus obras, naturalmente, pero otros medios influyentes fueron también las bibliografías, como la Bibliothèque universelle de Gesner (1545) y la Apologie pour les juifs con­vertis de Henri Mauroy (1553). Tal vez más influyentes en la cultura general fueron las obras iconográficas, como la Hieroglyphica de Horapolo, la obra de Piero Valeriano con el mismo título, y los libros de emblemas de Andrea Alciato. Los humanistas renacentistas vieron los jeroglíficos como fuentes crípticas de sabiduría sincrética transmitida por los antiguos cabalistas conjuntamente con los hermetistas egipcios y toda una hueste de influencias caldeas, zoroástricas, órficas, platónicas y cristianas. Hay evidencia contemporánea de que los humanistas renacentistas unieron la alegoría y el simbolismo renacentista con jeroglíficos, considerando éstos como símbolos cuyos profundos significados debieran ser iluminadores y apreciados por unos pocos. Así es que los libros de emblemas de Alciato y de otros, grandes fuentes de simbolismo iconográfico literario en la difusión de la cultura renacentista, necesitan ser comprendidos como una expresión de pansofía humanística y la fascinación de la humanidad por lo esotérico –de la cual, la Cábala es una parte esencial.
Y concluye de este modo lo cual es llanamente una sencilla verdad, totalmente ajena a la complejidad universitaria al uso, clasificatoria y arbitraria.
La Cábala está presente, conjuntamente con otros aspectos del pensamiento esotérico renacentista, bajo la superficie de la cultura renacentista observada por el espectador del siglo veinte. Pero investigaciones críticas han empezado a raspar la superficie y a revelar la influencia de la Cábala en las bellas artes renacentistas como en las artes plásticas y escénicas.522
Pero pasemos a estos sabios protagonistas de su propio pensamiento proyectado en su obra, que establece mejor que nada el contacto con el autor y lo que éste nos manifiesta.
NOTAS
510
511 Daniel Mesa Bernal, Los Judíos en el descubrimiento de América. Año 1989, Nº 252, vol. 38, Repertorio Histórico de la Academia Antioqueña de Historia, Fundada en 1903. http://biblioteca-virtual-antioquia.udea.edu.co/pdf/11/11_1661271262.pdf
512 "Hasta el siglo XV los cristianos se habían mezclado con los judíos, –no lo olvide el lector– y fue así posible que incluso cristianos de ascendencia regia amaran a judías, y que la madre de Fernando el Católico fuera de sangre hebrea. Lo normal del caso se revela en el silencio acerca de tales mezclas antes del siglo XV, y en el escán­dalo a que más tarde dieron origen. De ahí que bastantes conversos –no todos– se hicieran perversos, y que de entre ellos salieran los más atroces enemigos de los israelitas y de los mismos conversos, los cuales se hallaban por doquiera, y a veces a gran altura. Del célebre teólogo y dominico Juan de Torquemada, cardenal de San Sixto, dice Hernando del Pulgar: 'sus abuelos fueron de linaje de los judíos convertidos a nues­tra santa fe católica', con lo cual el primer inquisidor, fray Tomás de Torquemada (pariente del cardenal), resulta ser también ex illis. Her­nando del Pulgar –un alma sutil y extraña– era otro judío converso, aunque las historias literarias no lo señalen como tal". Américo Castro, La Realidad Histórica de España. Editorial Porrúa, México D. F., 1980, pág. 54.
513 Según Salvador de Madariaga: "Cuando Juan II envió a su hijo Fernando a Sicilia como rey, le había organizado un Consejo compuesto en su gran mayoría de cristianos nuevos; cuando Fernando volvió a la Península para encargarse de la Corona de Aragón, aumentó todavía la influencia y el número de los conversos, cinco hermanos Sánchez, hijos de un judío bautizado, se vieron confiar cinco altas funciones de Estado, entre ellas las de Baile General de Aragón, Gran Tesorero y Maestro de Ración; y téngase en cuenta que hasta aquí sólo se trata de meros ejemplos en la larguísima lista de altos funcionarios neocristianos que rodean al rey. En lo militar, Fernando el Católico confió a los conversos los tres cargos de más confianza del país; las plazas de Perpiñán y de Pamplona y el Mando de la flota de Mallorca. La Iglesia de Aragón estaba dominada por los conversos tanto como el Estado o más. El camarero del rey, Cabrero, era converso". Citado igualmente en Los judíos en el descubrimiento de América, op. cit.
514 Ver también Federico González, Las Utopías Renacentistas. Esoterismo y Símbolo. Capítulo IX, "La Utopía en Estado Puro: Cristóbal Colón", Editorial Kier, Buenos Aires, 2004.
515 Manuel Serrano y Sanz, Los Amigos y Protectores Aragoneses de Cristóbal Colón. Riopiedras Ediciones, Barcelona, 1991, pág. 52, 60 y ss.
516 En relación a un incidente en que se ven implicados "conversos" nos dice Américo Castro en España en su Historia, cristianos, moros y judíos, Editorial Crítica, Barcelona, 1984: "Ante todo rechaza el autor el nombre de conversos, 'porque son hijos e nietos de cristianos, e nacieron en la cristiandad, e no saben cosa alguna del judaísmo ni del rito de él'. Los buenos conversos no deben pagar por los malos, como 'no mataremos a los andaluces, porque cada día se van a tornar moros'. Viene a continuación una larga reseña de nombres ilustres emparentados con quienes habían sido judíos sin excluir a personas de sangre real: 'Subiendo más alto, no es necesario de recontar los hijos e nietos e viznietos del noble caballero e de grande autoridad, el almirante don Alonso Henríquez, que de una parte desciende del rey don Alonso [XI] e del rey don Enrique [II] el Viejo, e de otras partes viene de este linaje'. Añadamos que habiendo casado Juan II de Aragón, en segundas nupcias, con doña Juana Henríquez, hija del almirante de Castilla, su hijo Fernando el Católico, tuvo ascendencia judía por parte de madre".
517 Consideramos importante conocer otras culturas tradicionales, sus formas de comprender, ver, ser, sentir y un indefinidísimo etcétera para terminar comprendiendo la propia estructura psíquica que todo el mundo sabe es judeo-cristiana-helena-romana y sus derivaciones científico-técnicas.
518 Al que habría que agregar entre los más reconocidos el ilustrísimo nombre de Francisco de Vitoria, creador del Derecho Internacional que en 1538-1539 pronunció en Salamanca su célebre discurso a favor de la libertad de los indígenas y de sus derechos. Ver Francisco de Vitoria, Relaciones sobre los Indios y el Derecho de Guerra. Espasa-Calpe, Madrid, 1975. En 1526 Vitoria había obtenido una cátedra de Teología en Salamanca. También el del teólogo valenciano Francisco de Suárez y el de Luis Vives, que nunca quiso volver a España y se mantuvo en Brujas porque sabía que en caso de hacerlo sería "juzgado" (ultimado) por la Inquisición. (Todos ellos de ascendencia judía).
519 A. H. Arkin, La influencia de la exégesis hebrea en los comentarios bíblicos de fray Luis de León. Madrid, 1966; Colin P. Thompson, La lucha de las lenguas. Fray Luis de León y el Siglo de Oro en España. Salamanca, 1995; Cecil Roth, Los judíos secretos. Historia de los Marranos. Madrid, 1979; R. E. Zaid, "Fray Luis de León and Cabalistic Tradition. A Uniquely Spanish Alliance", Mester, 15 (1986). F. Secret y G. Scholem aportan otros nombres y autores que los nuestros para la Cábala española renacentista. Queremos destacar de Angelina Muñiz-Huberman, Las raíces y las ramas. Fuentes y derivaciones de la Cábala hispanohebrea, F. C. E., México, 1993 y Catherine Swietlicki, Spanish Christian Cabala, The Works of Luis de León, Santa Teresa de Jesús, and San Juan de la Cruz. University of Missouri Press, Columbia, 1986, que como su título lo indica trata de tres autores que aquí mismo destacamos.
520 Es muy distinta la valoración inglesa de lo que se entiende por ocultismo a la evaluación que Guénon y otros en Francia hacen del término, desprestigiándolo, no sin razones históricas propias del siglo XIX en ese país.
521 Moshé Idel, "Reflexions sur la Kabbale Espagnole et sur la Kabbale Chré­tienne", Tolède et Jérusalem: Tentative de Symbiose entre les Cultures Espagnole et Judaïque. Editions L'Age d'Homme, Lausanne, 1992, pág. 27 y ss.
522 En los libros herméticos y cabalísticos de la época, las ilustraciones y el arte gráfico formaban parte de la sintaxis del discurso. Igualmente en los programas iconográficos llevados a cabo por varias generaciones de pintores (que suelen ser encabezadas por Leonardo), incluso el número de oro, las leyes de la perspectiva, la arquitectura y la decoración (como es el caso del Escorial) y las ambientaciones en las ceremonias y fiestas civiles (concursos de poesía en Salamanca y tantos otros lados con escenario y coreografías precisas) y religiosas, dentro y fuera del Templo, formas al decir de algunos, de magia ritual en el judaísmo o sacramental en el cristianismo, y sus escenografías y procesiones recorridas por la multitud, de modo participativo, vividas en conjunto en la aljama o el atrio de la iglesia.