PRESENCIA VIVA DE LA CABALA II
LA CABALA CRISTIANA

FEDERICO GONZALEZ - MIREIA VALLS

EPÍLOGO



El judío errante: imaginario parisino de principios del siglo XIX.
Colección Roger Castaing, París.

En un libro anterior629 acabábamos nuestro discurso con la idea de prolongarlo histórica e intelectualmente a las proyecciones en Europa de lo que fueron los inicios de la Cábala, fundamentalmente en España y su sucesión en Safed y la Cábala luriánica. Con este volumen hemos cumplido ese propósito, intentando esbozar hasta la época del Renacimiento de la cultura occidental la influencia de la tradición hebrea junto con el neoplatonismo, el pitagorismo y el hermetismo en general como decisivos para el primer tramo de ese periodo histórico que ha marcado nuestra cultura hasta el día de hoy en su aspecto más oculto, o sea, el intelectual-espiritual. En esta revisión hemos detenido la pintura de nuestro panorama en el siglo XVII. Empero la difusión de la Cábala, y con ella la del Hermetismo y las disciplinas análogas relacionadas con la iniciación, no se interrumpen allí y por el contrario se perpetúan en la época isabelina en Inglaterra con los nombres de John Colet, Thomas More, etc.630 Y posteriormente John Dee, Robert Fludd, Thomas Vaughan, Henry More, y muchos otros,631 vinculados directa o indirectamente al movimiento de los Rosacruces originado en Alemania (probablemente por Michael Maier y su grupo) que se extiende nuevamente a todo Occidente gracias a personalidades tan destacadas como la del alquimista Elías Ashmole –el que fue uno de los miembros registrados más antiguos de la Masonería en Inglaterra– y un personaje fundamental, para la transmisión de la Ciencia Sagrada, la cual puede ser rastreada, aunque cada vez menos vigente y completa, hasta fines del siglo XX. Pero esto exige una investigación especialmente dedicada a esa época que los autores de esta obra hoy en día no saben si podrán enfrentar, aunque el tema no deja de quedar pendiente.


NOTAS
629
630 Ver pág. 289.
631 Ver pág. 465 y nota 373.