APUNTES SOBRE HERMETISMO Y CIENCIA (2)
FEDERICO GONZALEZ
Intentaremos ilustrar esta paradoja: la de que la Tradición Hermética está en el Origen de la Ciencia considerada esta última como aplicación a la realidad concreta de los principios herméticos y las doctrinas alquímicas y teúrgicas, y a la vez la de cómo la visión literal y racionalista se fue apoderando poco a poco del hombre de Occidente, quien ha transferido conocimientos de orden vertical a la parcialidad horizontal y así ha procedido indefinidamente a la deriva, al punto de amenazar su suerte. Pero al mismo tiempo eso ha producido a su vez otra paradoja: que la progresión brinda ahora innumerables puertas de acceso para todos aquellos llamados al conocimiento, lo que es también una extraordinaria riqueza cuando se ordena y se logra sintetizar. De lo Uno a lo múltiple y de este el retorno a la Unidad: un doble movimiento simultáneo, que se expresa mediante series de parcialidades que toman formas sucesivas y disímiles, como las que estamos describiendo.

A finales del siglo XV se producen acontecimientos muy importantes que son precedidos y seguidos por toda suerte de desarrollos, no siempre fáciles de advertir a primera vista, pero que tienen su origen en ellos. Se ha iniciado para Occidente la era de la experimentación, y también la de los descubrimientos e inventos.

Efectivamente, en 1492 se descubrió América, acontecimiento que haría cambiar la faz del mundo, en más de un sentido, en ese entonces y en siglos posteriores.

Lo que fue producto de una mezcla de factores que, por un lado estaban fundados en nuevos descubrimientos que apuntaban a un conocimiento distinto de la realidad, o mejor a una descripción distinta de la misma, y que obviamente se ligaron con una concepción diferente de la geografía, diversa a la corriente en ese entonces, que se ampliaba inmensamente en el espacio y se insinuaba ya como una cosmología pluridimensional que abandonaba la geometría plana y la visión anterior, mucho más antropocéntrica que geocéntrica como se suele decir.

Desde luego que para el Corpus Hermeticum el sol juega un papel fundamental en su cosmogonía acompañado por los astros regentes como en el Timeo o cualquier cosmología tradicional. De los primeros científicos, quienes dejaron la visión aristotélica y la de Tomás de Aquino, y que a partir del s. XV comenzaron a recorrer otros caminos, aún muchos de ellos siguiendo a Tolomeo, es que se nutren los conocimientos que darán lugar a la llamada "revolución científica",18 cuyos protagonistas principales, no siempre convenientemente destacados, Copérnico, Galileo, Brahe, Newton, Boyle, Kepler,19 etc., considerados hoy los padres de la "ciencia moderna", derivan sus cosmogonías, o gran parte de ellas, amén del hermetismo, de fundamentos antiguos de la filosofía clásica –especialmente de Platón y de los autores árabes–, y de ideas esotéricas y concepciones impregnadas de misticismo aún relacionadas con interpretaciones bíblicas, lo que el público medio hoy parece ignorar.

Si bien el proceso de la revolución científica constituye asimismo un proceso de rechazo de la filosofía aristotélica, no debemos pensar en absoluto que carezca de supuestos filosóficos. Los artífices de la revolución científica estuvieron ligados también con el pasado, y de diversas formas: se remontan, por ejemplo, a Arquímedes y a Galeno. La obra de Copérnico, la de Kepler o la de Harvey, por ejemplo, están llenas de vestigios de la mística hermética o neoplatónica referente al Sol. Y el gran tema neoplatónico del Dios que hace geometría y que al crear el mundo le imprime un orden matemático y geométrico que el investigador debe descubrir, caracteriza gran parte de la revolución científica, como por ejemplo la investigación de Copérnico, Kepler o Galileo.

Por lo tanto, el neoplatonismo –podemos afirmar con cierta cautela– constituye la filosofía de la revolución científica. En cualquier caso, es sin duda el supuesto metafísico que sirve de eje a la revolución científica, es decir, a la revolución astronómica. Sin embargo, las cosas son aún más complejas de lo que hasta ahora hemos ido exponiendo. En efecto, la reciente historiografía más actualizada (Eugenio Garin, por ejemplo, o Frances A. Yates) ha puesto de relieve con abundantes datos la notable presencia de la tradición mágica y hermética en el interior del proceso que conduce a la ciencia moderna. Sin duda alguna, habrá quien –como por ejemplo Bacon o Boyle– critique con la máxima aspereza la magia y la alquimia, o quien –como Pierre Bayle– lance invectivas contra las supersticiones de la astrología. Sin embargo, en todos los casos, magia, alquimia y astrología constituyen ingredientes activos en aquel proceso que es la revolución científica. También lo es la tradición hermética, es decir, aquella tradición que, remontándose a Hermes Trismegistos (recordemos que Marsilio Ficino había traducido el Corpus Hermeticum), poseía como principios fundamentales el paralelismo entre macrocosmos y microcosmos, la simpatía cósmica y la noción de universo como ser viviente. En el transcurso de la revolución científica, algunos temas y nociones de carácter mágico y hermético –según el diferente contexto cultural en que vivan o revivan– serán utilizados en el origen y el desarrollo de la ciencia moderna. A pesar de todo, esto no siempre era posible o no siempre ocurría. La revolución científica, en resumen, avanza en un marco de ideas que no siempre resultaron funcionales o no lo fueron del todo para el desarrollo de la ciencia moderna. Así, por ejemplo, si Copérnico se remite a la autoridad de Hermes Trismegistos (y también a la filosofía neoplatónica) para legitimar su heliocentrismo, Bacon reprocha a Paracelso (que sin embargo, como veremos, posee ciertos méritos) no tanto el haber desertado de la experiencia, como el haberla traicionado, el haber corrompido las fuentes de la ciencia y el haber despojado a las mentes de los hombres.20


Pero de pronto la nueva ciencia se independizó en diversas direcciones. Colón y su gesta mágica-científica es el protagonista del Descubrimiento de América, y como se ha dicho, de todo lo que ello supuso en relación a una nueva Cosmografía. Marcilio Ficino, heredero del pensamiento de Bizancio, conquistada por los turcos, es otro de ellos, según ya lo hemos señalado, junto con J. Pico de la Mirándola –recordemos que en 1492 se expulsó a los judíos y a los árabes de España,21 y los primeros llevaron consigo su Tradición (Cábala) por toda Europa, que se sumó así a los conocimientos "orientales" de Gemisto Pletón, especialmente en Italia.22 Pero aquella corriente hermética de pensamiento se siguió manifestando en Occidente, y, al igual que las consecuencias del Descubrimiento de América, con los años tomó formas distintas y desembocó finalmente de modo inevitable en la pobreza de ideas del mundo moderno y paradójicamente en la abundancia de sus formas cuantitativas.23

Para trazar este bosquejo de las relaciones del Hermetismo con la Ciencia, nos ha servido de piedra de toque, como dijimos al principio, el catálogo de dos grandes bibliotecas directamente relacionadas con el tema y que por lo tanto se constituyen en documentos históricos. Se trata como ya mencionamos de la Biblioteca Colombina y la Bibliotheca Chemica, muy posterior ésta y perteneciendo gran parte de sus entradas a lo que se ha dado en llamar el Renacimiento en Inglaterra, siendo su contenido decididamente hermético-alquímico, pero directamente coleccionada como una biblioteca química-farmacéutica por uno de los primeros industriales y mineralistas, James Young of Kelly –trasladada a la Universidad de Glasgow a la muerte de éste– y catalogada y comentada por John Ferguson. La primera de estas bibliotecas representa el mundo aristotélico y teológico medioeval, la segunda la visión científico-mágica del Renacimiento, en particular la de la Alquimia-química, Hermetismo, Farmacia, Medicina y Mineralogía. En todo caso ninguna de las dos tiene nada que ver con la "religión científica" actual, instaurada dentro de una corriente que se ha impuesto definitivamente, y aún sigue siendo oficial pese a las concepciones de las últimas investigaciones de la ciencia, incluida la Física Cuántica.

La Biblioteca Colombina, depositada en la Catedral de Sevilla, fue formada por Hernando Colón, hijo del descubridor –con el que participó en su cuarto viaje a Indias–, quien aparte de una relación muy estrecha con su padre, que lo llevó a escribir la Historia del almirante Cristóbal Colón, (documento fundamental que comienza con sus descubrimientos y deja en la oscuridad tanto los orígenes del navegante como la idea y concreción de sus viajes), tuvo una vida bastante destacada en la corte de España desempeñando diferentes puestos y funciones (por ejemplo: propuso a Carlos V la fundación de una Academia de Matemáticas), como en el resto de Europa. Prueba de ello es su extensa biblioteca que aquí mencionamos, adquirida en las ciudades más importantes de su tiempo, según sus propias notas manuscritas insertadas en los libros. Desgraciadamente no se trata de la biblioteca del propio almirante que, como su hijo, es hombre de estudio y gabinete,24 aunque se conservan cuatro obras que tenía en Córdoba según afirma Jacques Heers en su obra Cristóbal Colón:

Estas cuatro obras, que actualmente se conservan en la biblioteca colombina de Sevilla, son:

– Una recopilación compuesta o, mejor dicho, realizada por el cardenal Pedro de Ailly, con el título de Imago mundi. Pedro de Ailly nació en Compiègne en 1350, fue obispo de Cambray y nombrado cardenal en 1412. Durante algunos años fue confesor del rey Carlos VI. Este ejemplar es de una edición de 1480 o 1483, impresa en Lovaina, compuesta de 21 tratados, 16 obras de De Ailly y 5 de Pierre Gerson; todos se refieren a la astronomía, la cosmografía, el conocimiento del mundo y diversas partes de las tierras habitadas. La obra era bien conocida y se difundió durante mucho tiempo aun antes de su impresión, particularmente en Portugal, donde Gomes Eanes de Azurara la cita en su Crónica del descubrimiento y conquista de Guinea, escrita en 1453.

– Un ejemplar de la Historia rerum ubique gestarum, del papa Pío II Piccolomini, en la edición de Venecia (1477).

– Una Historia natural, de Plinio, traducida al italiano por un florentino para el rey de Nápoles; impresa, también en Venecia, en 1489.

– Un ejemplar de la Descripción del mundo de Marco Polo (traducción al latín por un religioso de Bolonia, impreso en Amberes en 1485).

– Además, se sabe de la existencia de un ejemplar de las Vidas, de Plutarco, y de un Ptolomeo en una edición de 1479.

Los cuatro primeros libros están abundante y cuidadosamente anotados, ya en los márgenes, ya en la parte inferior de las páginas, ya en grandes ampliaciones en mitades de pliego en blanco. Las notas, de muy desigual importancia, a veces se limitan a repetir una palabra que se consideró importante; en otras ocasiones se trata de verdaderas glosas, de comentarios más o menos sabios o producto de la fantasía. Se cuentan más de 2.000 anotaciones debidas a la pluma de Colón y que sin duda son sus escritos más espontáneos, más auténticos e indiscutibles.


Como se puede ver, cuando se consulta su catálogo, también la biblioteca del hijo, que fue educado esmeradamente, refleja las inquietudes de su padre, y ambos la de su época, donde se destaca la extraordinaria figura de Cristóbal Colón, directamente vinculada a la Historia de la Ciencia, y ejemplo vivo del Renacimiento y por lo tanto del desarrollo de la imagen inmutable del mundo medioeval, ya esclerotizado, hacia nuevas posibilidades más plásticas, adecuadas a un mundo que se transformaba y que fue progresivamente dando lugar a nuevos puntos de vista en el plano investigativo y creativo, lo que desembocó en nuevas formas de ver la Filosofía y la Cosmogonía Perenne.

En la ya citada obra de Hernando Colón sobre su padre puede leerse25:

Viniendo, pues, a decir las razones que movieron al Almirante al descubrimiento de las Indias, diré que fueron tres, a saber: los fundamentos naturales, la autoridad de los escritores y los indicios de los navegantes.


E igualmente, en el capítulo VII, refiriéndose a los estudios que la motivaron:

El segundo fundamento que dió ánimo al Almirante para dicha empresa y por el cual pudo llamar con razón Indias a las tierras que descubrió, fue la autoridad de muchas personas doctas que dijeron que desde el extremo occidental de Africa y de España podría navegarse por Occidente hasta el extremo oriental de la India; y que no era gran mar el que estaba en medio, según afirma Aristóteles al final del libro segundo del Cielo y del Mundo. Donde dice que de las Indias se puede pasar a Cádiz en pocos días, lo cual también prueba Averroes hablando sobre el mismo lugar. Y Séneca, en el libro primero de los Naturales, estimando en nada lo que en este mundo puede aprenderse comparado con lo que se adquiere en la otra vida, dice que desde las partes últimas de España podría pasarse hasta las Indias con un navío en pocos días con viento favorable. Y si, como algunos quieren, este Séneca hizo las tragedias, podremos decir que a este propósito escribió en el coro de la tragedia Medea: "En los últimos años vendrán siglos en que el Océano aflojará los vínculos de las cosas y se descubrirá una gran tierra; y otro como Tifis descubrirá nuevos mundos, y no será Tule la última de las tierras."26 Lo cual ahora se tiene por muy cierto que se ha cumplido en la persona del Almirante.

Estrabón, en el libro primero de su Cosmografía, dice que el Océano circunda toda la tierra, y que al Oriente baña la India y al Occidente España y Mauritania; y que, si no lo impidiese la magnitud del Atlántico, se podría navegar de un lugar a otro por un mismo paralelo. Lo mismo vuelve a decir en el segundo libro. Plinio, en el libro segundo de la Historia Natural capítulo CXI, dice también que el Océano circunda toda la tierra y que su longitud de Oriente a Poniente es la de la India a Cádiz. El mismo en el capítulo XXXI del libro VI y Solino en el capítulo LXVIII De las cosas memorables del mundo dicen que desde las islas Gorgonas, que se cree que son las del Cabo Verde, hay cuarenta días de navegación por el mar Atlántico hasta las islas Hespérides, las cuales el Almirante tuvo por cierto que eran las de la India.

Marco Polo, veneciano, y Juan de Mandeville dicen en sus itinerarios que pasaron mucho más allá en el Oriente de lo que escribieron Ptolomeo y Marino. Los cuales, si bien no hablan del mar Occidental, por lo que describen del Oriente puede argüirse que la dicha India está vecina a Africa y a España. Pedro de Aliaco, en el tratado De la imagen del mundo, en el capítulo VIII, de quantitate terrae habitabilis, y Julio Capitolino, De los lugares habitables, y en otros muchos tratados dicen que la India y España están cercanas por el Occidente. En el capítulo XIX de su Cosmografía dice estas palabras: "Según los filósofos y Plinio, el Océano que se extiende entre los fines de España y del Africa Occidental y entre el principio de la India hacia Oriente, no es un intervalo muy largo; y se tiene por muy cierto que se puede navegar en pocos días con viento favorable. Por lo cual el principio de la India por el Oriente no puede distar mucho del fin del Africa por el Occidente".


En la abundantísima obra sobre Colón y América, aumentada en esta década en razón del quinto centenario del Descubrimiento, no faltan ni el ditirambo ni el elogio desmedido, ambos productos de una cuestión emocional. En contraste con ello, un notable científico alemán, Alejandro von Humboldt, escribió con conocimiento de causa, acaso una de las obras más serias sobre el Almirante, Cristóbal Colón y el descubrimiento de América,27 donde se afirma:

Desde que a la hipótesis del disco de la Tierra nadando en el agua, la sustituyó la idea de la esfericidad de la Tierra, idea propia de los pitagóricos Hicetas, Ecphantos y Eráclides del Ponto) y de Parménides de Elea, expuesta y defendida con admirable claridad por Aristóteles, no se necesitó grande esfuerzo de ingenio para entrever la posibilidad de navegar desde la extremidad de Europa y Africa a las costas orientales de Asia. Encontramos, en efecto, esta posibilidad claramente enunciada en el Tratado del cielo, del Estagirita (últimas líneas del libro segundo), y en dos lugares célebres de Estrabón. Por ahora basta enunciar aquí que ambos autores hablan de un solo mar que baña las costas opuestas. No considera Aristóteles la distancia muy grande. y Estrabón no encuentra otro obstáculo para pasar de Iberia a las Indias que la desmesurada anchura del Océano Atlántico.

Estas mismas nociones sobre la posibilidad de ir directamente a la India por la vía del Oeste, sobre las partes de la Tierra que son habitables y la relación entre las superficies de los continentes y de los mares (la extensión de éstos considerábase erróneamente entonces menor que la de las tierras), encuéntranse en Roger Bacon, hombre prodigioso por la variedad de sus conocimientos, la libertad de su espíritu y la tendencia de sus trabajos hacia la reforma de los estudios físicos. Continuando la vía abierta por los árabes para perfeccionar los instrumentos y los métodos de observación, no sólo fue el fundador de la ciencia experimental, sino que abarcó simultáneamente en su vasta erudición cuanto podía aprender en las obras de Aristóteles, más asequibles desde poco tiempo antes por las versiones de Miguel Scott, y en las relaciones de dos viajeros contemporáneos suyos, Rubruquis y Plano Carpini. No rebaja el mérito de Colón el recuerdo de esta continuación de opiniones y de conjeturas, que se reconoce (a través de las pretendidas tinieblas de la Edad Media) desde los cosmógrafos de la antigüedad hasta el fin del siglo XV. Las tinieblas se extendían sin duda sobre las masas; pero en los conventos y en los colegios conservaron algunas personas las tradiciones de la antigüedad. Bacon mismo, reconociendo lo que llama el poder de la erudición y del conocimiento de las lenguas, "da cuenta de una ardiente afición al estudio que observa, sobre todo desde hace cuarenta años, en las ciudades y en los monasterios, al lado de la ignorancia general de los pueblos".


Y Humboldt concluye:

En ninguna otra época, repetimos, se pusieron en circulación tantas y tan variadas ideas nuevas como en la era de Colón y de Gama, que fue también la de Copérnico, de Ariosto, de Durero, de Rafael y de Miguel Angel. Si el carácter de un siglo "es la manifestación del espíritu humano en una época dada", el siglo de Colón, ensanchando impensadamente la esfera de los conocimientos, imprimió nuevo vuelo a los siglos futuros. Propio es de los descubrimientos que afectan al conjunto de los intereses sociales, engrandecer a la vez el círculo de las conquistas y el terreno por conquistar. Para los espíritus débiles, en diferentes épocas la humanidad llega al punto culminante en su marcha progresiva, olvidando que, por el encadenamiento íntimo de todas las verdades, a medida que se avanza, el campo por recorrer se presenta más vasto, limitándose un horizonte que sin cesar retrocede. Un guerrero puede quejarse de que "quede poco por conquistar"; pero la frase no es aplicable, por fortuna, a los descubrimientos científicos, a las conquistas de la inteligencia.

Al recordar lo que el pensamiento de dos hombres, Toscanelli y Colón, ha ayudado al espíritu humano, no es justo limitarse a los admirables progresos que simultáneamente hicieron la geografía y el comercio de los pueblos, el arte de navegar y la astronomía náutica; en general, todas las ciencias físicas y, finalmente, la filosofía de las lenguas, engrandecida con el estudio comparado de tantos idiomas raros y ricos en formas gramaticales.

Conviene también fijar la atención en la influencia ejercida por el Nuevo Continente en los destinos del género humano.


En realidad quien lee las cartas de Colón y los diarios de a bordo, no puede dejar de advertir que parejamente con el interés científico del navegante existe una apertura hacia la poesía y el amor a la naturaleza (en este caso tropical), encarnación de lo sobrenatural, y sobre todo, como se lo ha señalado numerosas veces, un "misticismo" que muchas veces es un "iluminismo", abonado por los signos de haber llegado a descubrir el paraíso, de conocer aquello que los sabios de la antigüedad sólo mencionaban veladamente, y gracias a su gesta heroica, señalada por el destino, poder participar de un misterio, revelar un secreto. Un ambiente mágico es obvio en la literatura colombina y el hecho de que la búsqueda del conocimiento y la del oro estén perfectamente combinadas en sus empresas, nos permite relacionarle con la Tradición Hermético-Alquímica, aunque él no haya sido un alquimista estricto-sensum. Precisamente en su época las gestas materiales no eran ajenas a las espirituales, sino más bien una prolongación de estas. Y si bien es cierto que en su entorno –y el de su hijo– no hay referencias directas a Hermes y las ideas herméticas, ni a la Alquimia, las hay, y numerosas, a ideas parientes referidas a su modalidad filosófica en el aspecto cristiano. En lo que hace al catálogo de la biblioteca colombina son muchos los autores considerados esotéricos que están representados en ella.28

De hecho el catálogo de la biblioteca de Hernando Colón, de modo general, nos da la idea de una colección medioeval, con mucha influencia teológica y eclesiástica, incluso con numerosísimos libros de piedad y opúsculos devotos, en la que no faltan los autores y filósofos de la antigüedad greco-romana, los esoteristas y teósofos, a la par que las obras de cultura general, y los tratados de matemáticas, medicina, cosmografía y geografía disponibles en ese entonces, ya que hay que tener muy en cuenta para cualquier valoración, que las obras impresas eran muy escasas en aquella época, y en muchos casos las ediciones de los primeros incunables apenas superaban en número a la de ciertos manuscritos.

Desafortunadamente el ingreso de nuevas obras se acabó con la muerte de Hernando Colón y hasta esa época las ideas renacentistas relacionadas con Hermes, el neoplatonismo, Pitágoras, etc., propagadas por la tan mencionada escuela de Florencia y su representante máximo Marcilio Ficino y seguidas por diferentes autores e investigadores de distintas partes de Italia y el resto de Europa, recién comenzaban a prender en las almas más calificadas, en parte por la lentitud de la información a que nos acabamos de referir y desde luego por la misma naturaleza del proceso intelectual que supone un cambio de perspectiva tan importante como el que significó el nacimiento de la Ciencia Moderna. En efecto, hubo que esperar hasta que aparecieran los manifiestos sobre El avance del saber emitidos por Francis Bacon (The Advancement of learning, 1605) para que se "oficializara" el "método" científico, aunque esto sólo fue el desarrollo de una serie de ideas y ángulos de visión entre las cuales el Descubrimiento de América influyó de modo directo, y sobre todo de manera subliminal, como un supuesto de la civilización de Occidente y su posterior irradiación en el mundo entero.

Resulta curioso que fuera un Bacon, Roger, quien hubiera promovido el conocimiento científico en la Edad Media, y que otra individualidad del mismo apellido, Francis –al que se le ha atribuido entre otras cosas la obra shakespeariana–, y autor de la utopía sobre la Nueva Atlántida, fuese el adalid de la Ciencia en el Renacimiento inglés, es decir el paso cultural que va de la Biblioteca Colombina a la clasificada por Ferguson.29 El espacio de tiempo que las separa indica dos maneras de encarar un mismo hecho, el Conocimiento, mediante formas distintas de aprendizaje que, incluso, llevarán con el correr de los años a resultados diametralmente opuestos a las inquietudes que los generaron y que se han solidificado –permítasenos repetirlo una vez más– en la alienante historia de un progreso indefinido, y en el racionalismo, que toman no a la Ciencia como un medio de Conocimiento, sino como realidad a la que hay que ceñirse estrictamente cual una nueva forma dogmática religiosa. Y que imaginan la salvación del género humano por medio de este "progreso", hoy confiado a la técnica y a la electrónica, idea completamente vigente en nuestra sociedad, aunque rechazada también cada vez más parcialmente –o en su integridad– por seres humanos desengañados o exhaustos, muchos de ellos lúcidos aunque superados ampliamente por la ignorancia y el engaño de las masas. Esto corre parejo con las teorías de la evolución según las cuales hombres y mujeres devenimos a partir de especies inferiores.

Ya hemos mencionado que estos son tan sólo unos apuntes, sin embargo pensamos que pueden servir para darse cuenta de la importancia y alcance de este tema. La cuestión de los orígenes mágico-teúrgicos, es decir sagrados o inspirados, de la ciencia y, por lo tanto, el proceso de la conformación de la ciencia moderna por degradación cíclica de un pensamiento hermético, es dable de observar para cualquiera que estudie sin prejuicios su devenir.30

En definitiva, este tema toca a la historia oculta de la cosas y a la presencia continua de Hermes para nuestra civilización. Y si la Historia de las Ideas es la memoria de los hombres y por lo tanto necesariamente una visión del cosmos, conocer los orígenes cíclicos es una forma de reencontrarse a sí mismo en un mundo que también es otro, de remontar la corriente hacia la simultaneidad de unos conceptos que están en la esencia de la Cosmogonía, y que constituyen una apertura a la Metafísica.

NOTAS
18 Es necesario aclarar que las matemáticas modernas, es decir las aplicadas –que forman parte de nuestro condicionamiento cultural–, no constituyeron un tema fundamental de la revolución científica, sino que los números fueron considerados como principios vivos en el Cosmos y nunca como sistemas estructurales y abstractos del tipo de los de Descartes y otros científicos continentales en relación con Inglaterra.
19 "Es mi intención, lector, demostrar en este pequeño libro que el Creador Optimo Máximo, al crear este mundo móvil y en la disposición de los cielos se atuvo a los cinco cuerpos regulares que han sido famosos desde los días de Pitágoras y Platón hasta los nuestros y también que en función de su naturaleza ajustó su número, sus proporciones y la razón de sus movimientos." (Joannes Kepler, El secreto del universo. Alianza Ed., Madrid 1992). A pesar de la disputa que mantuvo con Fludd, donde le acusaba de utilizar métodos no puramente matemáticos, como él lo hacía, sino herméticos, Kepler, admirador de Nicolás de Cusa, siguió toda su vida un tipo de pensamiento místico-filosófico basado en Platón y Pitágoras y la Armonía de las esferas, lo que está claro en su Harmoniae Mundi que nada tendría que ver con lo sustentado por la ciencia en el futuro, pues posteriormente todo rastro de espiritualidad hubo de desaparecer en sus caminos y se tomó a Kepler, al igual que a Newton y al mismo Bruno según hemos visto, como a un científico agnóstico, sólo interesado por el contenido empírico de su teoría sobre las órbitas elípticas de los planetas, separada de todo contenido relacionado con la sacralidad de la creación.
20 G. Reale y D. Antiseri: Historia del pensamiento filosófico y científico, II: Del humanismo a Kant. Herder, Barcelona 1995. p. 174-175.
21 Ver J. Vernet, Lo que Europa debe al Islam de España. El Acantilado, Barcelona 1999.
22 No está de más decir que en ese país Gemisto Pletón conoció al astrónomo Toscanelli quien, a su vez, tuvo trato con Colón. Por otra parte el mismo G. Pletón fue el que dio a conocer la obra de Estrabón al Occidente.
23 En la obra de A. Kircher Edipo Egipcio (II, 2), los egipcios son considerados los inventores de la mecánica, derivada de su gnosis, ya que de eso se trataba en los párrafos contenidos en el Asclepio, tocantes a las estatuas animadas –que para otros con buen criterio eran imágenes de los Apóstoles creados por Cristo, o las posibilidades de revivir a los muertos u hombres ordinarios, y dotarlos de verdadera vida, lo cual podría llevar a cabo un mago o hermetista–, y de hecho de toda ciencia, ya que los griegos habían heredado de ellos todos sus conocimientos. Sin embargo, más adelante en esta misma obra condena la ciencia –diabólica– de los egipcios como si previera los alcances que tomaría con el tiempo, opinión avalada tal vez por su propia experiencia de científico, al que se le atribuye entre otros inventos, la creación de la linterna mágica, precedente de la fotografía y el cinematógrafo.
24 "Consulté y me esforcé por ver toda clase de libros, de cosmografía, de historia, de crónicas, de filosofía y otras artes" escribe el descubridor de América. Aquí y allá se advierten estas lecturas en sus diarios de a bordo.
25 Vida del Almirante Cristóbal Colón, escrita por su hijo Hernando. Cap. VI. F.C.E. México 1984.
26 A Séneca deberían agregarse los textos del Timeo (24c) y del Critias de Platón y los de Plutarco en De facie quae in orbe lunae apparet, todos ellos vinculados con la Atlántida.
27 Monte Avila. Caracas 1992.
28
29 Francis Bacon (1561-1626) ha sido llamado el padre del empirismo y la mayor parte de los historiadores de la Ciencia no dudan en considerarlo como un "padre" de la investigación científica. Sin embargo el estudio de sus obras nos muestra a un autor preocupado verdaderamente por las ideas herméticas y la Ciencia Sagrada. Escribió mucho, y de su obra, espigando aquí y allí, extraemos estos fragmentos sobre la experimentación, que podrían ser seguidos por otros muchos:

"La demostración, la mejor, con mucho, es la experiencia, con tal que se mantenga fija en el experimento mismo. Pues si se transfiere a otras cosas que parecen semejantes, si esa transposición no se hace con el debido orden, es una operación engañosa."

"Así viene a resultar que los hombres hacen experiencia a la ligera y como por juego, variando un poco los experimentos ya conocidos, y si no se obtiene resultado, cobrando hastío y abandonando la empresa. Y si se aplican a los experimentos con más seriedad y con constancia y laboriosidad, sin embargo, centran su esperanza en hacer un solo experimento determinado, como Gilberto en el imán y los químicos en el oro. Esto lo hacen los hombres con un modo de proceder tan imperito como pobre en resultados. Nadie llega a penetrar con éxito en la naturaleza de una cosa, sino que hay que extender la investigación a fenómenos más universales." Nuevo órgano, 2º parte LXX, libro I. Ver también Les secrets de Sir Francis Bacon, Gonzague de Marliave. Dervy Livres, París 1991.

30 Inclusive en el siglo XIX fueron tomados como científicos ciertos elementos que influyeron mucho en su tiempo, que van desde el mesmerismo, hasta la encantación de animales, pasando por la telepatía, etc. Estos "saberes" deben agregarse a los de la medicina popular, basada en yerbas y elementos naturales, dietas, etc. a los que nunca ha sido ajena una acción "mágico-teúrgica", radiestesia, mancias, talismanes y conjuros, etc., la cual ha mantenido a la población campesina y a sus cosechas –que alimentan a las ciudades– durante siglos. Un resabio de aquellos conocimientos inscritos en la cultura agrícola está reflejado en los famosos Almanaques, –que como Boyle y otros científicos de su tiempo querían, son el fruto de la experiencia natural más directa–, consultados por todo el mundo, verdaderas enciclopedias y compendios de la cultura popular Europea, que incluían Astronomía, medidas, números, dichos populares y fiestas y mercados en relación con los intereses de su vida cotidiana, todo ello sintetizado en el ciclo anual.