CAPITULO II

TAROT Y COSMOVISION

El Tarot consta de 78 cartas simbólicas divididas en 3 grandes grupos: el primero es el de los 22 Arcanos Mayores y constituye una introducción a todo el libro. Aprenderemos a jugar con estas cartas, e iremos dando sus significados una a una. Los otros dos grupos son llamados Arcanos Menores, uno compuesto de 40 figuras numeradas de 1 a 10 en 4 colores o palos, y el otro de 16 cartas, llamadas de la Corte, divididas en 4 jerarquías: Rey, Reina, Caballero y Paje, en cuatro colores.

Si con los 10 primeros números puede numerarse todo lo numerable, por grande o pequeño que esto sea, con las 22 letras del alfabeto hebreo puede nombrarse todo lo nombrable, pues ellas constituyen un código, una clave, presente en todos los nombres, o sea en la totalidad de los seres y las cosas del universo, que, como sabemos, están nombrados y numerados (tal nuestra unidad genético-biológica individualizada). Nosotros por medio de los 22 Arcanos Mayores del Tarot iremos dando una serie de pautas psicológicas y filosóficas que permitan ir desentrañando la maraña de este sistema: un modelo del universo en pequeño, y por lo tanto la entraña y la cosmología de nuestro ser.

Bástenos ahora nombrar simplemente las cartas que corresponden a estos Arcanos Mayores, y dar sus numeraciones, dejando para más adelante las correspondencias y significaciones mágico-teúrgicas con que están vinculadas.

   0 - El Loco  
1 - El Mago  8 - La Justicia 15 - El Diablo
2 - La Sacerdotisa  9 - El Ermitaño 16 - La Torre
3 - La Emperatriz 10 - La Rueda 17 - La Estrella
4 - El Emperador 11 - La Fuerza 18 - La Luna
5 - El Papa 12 - El Colgado 19 - El Sol
6 - El Enamorado 13 - La Muerte 20 - El Juicio
7 - La Carroza 14 - La Templanza 21 - El Mundo
     

Puede ser que usted haya obtenido ya su juego de cartas, su Tarot. Pero puede no haber tenido esa suerte. Trate de vincularse con alguna librería especializada, e insista en procurárselo. Si no tuviese fortuna, le sugerimos calque usted mismo los dibujos de los Arcanos Mayores –que constituyen la mejor introducción al juego completo– que aquí se publican, y los pegue sobre una cartulina. Este rústico Tarot, será sin embargo su primer vehículo en el mundo que él simboliza. Memorice los nombres de las cartas y obsérvelas con suma atención tratando de percibir todos los detalles para establecer una buena correspondencia con su instrumento mágico de trabajo.

Se ha de señalar que la carta denominada "El Loco" y que es el antecedente directo del "Joker" o comodín de la baraja habitual, no tiene número, asignándosele muchas veces el cero; esta carta puede colocarse antes de la número uno, "El Mago" o después de la XXI, "El Mundo". Por otra parte, en los Tarots de Marsella más antiguos, la lámina número trece designada como "La Muerte" no presenta nombre como las otras.

Daremos ahora algunas indicaciones generales para el uso del oráculo y su comprensión. La primera, como ya se ha dicho, es observar atentamente las láminas, grabándolas en la mente, y ver así qué van evocando en nosotros esos símbolos, y con qué los podemos relacionar, esforzándonos en vincularlos con hechos y circunstancias importantes o significativos en nuestras vidas, o en las vidas de los que conocemos; o sea, traer estas imágenes a nuestra cotidianidad y tratar de vivenciarlas en nuestro interior de acuerdo a los elementos y contenidos mentales que poseemos. Otra es la de observar el debido respeto que se ha de prestar a todo oráculo. Entre las condiciones que se requieren para consultar el Tarot se encuentra, antes que nada, la de una honestidad sin prejuicios. Dejar que el oráculo nos hable, y no tratar de imponer nuestra voluntad, forzándolo a seguir interpretaciones previas. Hay también un error posible en el que debe hacerse hincapié: el de consultar el oráculo y comprender sus respuestas sólo en un sentido estrictamente literal (cuando sabemos que la lectura de cualquier texto sagrado incluye tres o cuatro niveles) o sujeta a medidas estrictas de tiempo cronológico, generalmente corto. El Tarot contesta en profundidad, y su "tiempo" no está sujeto a medidas estrictamente estadísticas. Más bien es el conjunto de las imágenes que nos transmite, y aquéllas que oscuramente se van haciendo en lo más hondo de nosotros, lo que otorga su valor "práctico" a este Libro Sagrado, que a veces actúa de un modo tan paradojal como indirecto. Su "efectividad" no radica tanto en sus manifestaciones vinculadas con nuestros deseos más inmediatos, sino con aquéllos más lejanos, que están latentes en lo ignoto de nuestro ser. El Tarot no se equivoca. Somos nosotros los que aún no hemos terminado de comprenderlo, o descifrarlo. Ese acercamiento paulatino a su esencia, configura un viaje apasionado de relacionessimbólicas. Una de las formas de acercarnos a él, es a través de los colores que lo iluminan, que siguen la simbólica del color, válida, en términos generales, para toda la Tradición Hermética. Estos son siete:

  Rojo. Color de la sangre, de la pasión, el amor y el corazón, constituye el fluido y fuego vital. Es el color cálido por excelencia.
  Azul. El azul es opuesto al rojo, como el agua al fuego. Es color frío. Se vincula asimismo con el psiquismo, el alma y lo nocturno.
  Amarillo. Color del oro, y por lo tanto del más perfecto de los "metales" alquímicos. Se le relaciona con lo mental, la inteligencia, y la brillantez radiante.
  Verde. El verde es el símbolo de la vegetación, y por lo tanto de la fecundidad y generosidad de la tierra y los frutos de la vida y la naturaleza. Es también tradicionalmente el color de la esperanza y la regeneración.
  Carne. El color carne está ligado a la materialización, a la concreción y a la acción que solidifica en obras. Es perfectamente sustancial, como la envoltura que encierra el secreto de las cosas.
  Blanco. Es el color de la pureza indeterminada, de la manifestación esencial expresada por la ausencia. De él proceden los demás colores a través del prisma de la atmósfera, y en él se sintetizan.
  Negro. En su sentido inferior el negro es color de luto, muerte, envejecimiento y dolor. En su sentido más alto es el que precede al blanco, y del que éste extrae su razón. Si el blanco manifiesta al Ser, el negro expresa el No-Ser, o la inmanifestación. Es la muerte que antecede al nacimiento.

Queremos también insistir en que cada ocasión que se consulte al oráculo debe constituir un pequeño rito. Prenda usted una vela o un palillo de incienso, y comience a jugar con las cartas tratando de no tener ocupada su mente con pensamiento alguno. Déjese usted ir libremente haciendo que sus energías se transmitan a los naipes. Cuando esté relajado, dé comienzo a la ceremonia preguntando cuestiones importantes y con seriedad. Elimine el escepticismo y lo preconcebido de sus imágenes. No haga varias veces la misma pregunta, ni trate de probar al Tarot. Hay circunstancias en que la negativa de contestar del oráculo es de por sí una respuesta. Agregaremos que hacer la pregunta es toda una ciencia, casi lo más delicado de la operación.

Cábala

El diagrama del Arbol de la Vida sintetiza y ordena, como modelo arquetípico, las energías que conforman de contínuo al Cosmos. El estudiante puede, entonces, gracias al conocimiento gradual de este modelo, ir efectuando las distintas correspondencias que ligan a las diferentes energías del Universo (considerado como un Todo) entre sí, y relacionar analógicamente los elementos que para ese fin nos han legado las disciplinas tradicionales.

La Cábala enseña, como ya hemos señalado, que las energías recorren el Arbol de la Vida desde la unidad, Kether, signada por el número uno, hasta la manifestación formal y sustancial, el mundo y la materia tal cual los conocemos y los perciben los sentidos. Este flujo de energías, o vibraciones, casi imperceptibles, son llamadas emanaciones, y conforman cualquier manifestación, así fuere éste o aquél el género, el tipo o la dimensión en que ella se exprese. Las energías de las sefiroth –todas ellas invisibles, menos Malkhuth, síntesis y recipiente de todo el árbol– realizan un camino descendente sucesivo desde la unidad (1) Kether, hasta la década, la Tierra, o el Mundo, Malkhuth, que es un reflejo invertido de Kether (10=1+0=1). Las demás sefiroth, o numeraciones, son tomadas como intermediarias entre la inmanifestación y la manifestación. Y se las considera como los distintos aspectos, o atributos, de una sola y misma energía. Como las formas que tomara un hilo de agua al bajar de la montaña (manantial, arroyo, remanso, cascada, afluente, río, etc.) hasta llegar al mar.

En Alquimia, las sefiroth número 1, Kether, la Corona, y número dos, Hokhmah, la Sabiduría, no tienen correspondencias metálicas. Binah, la Inteligencia, es asociada al plomo, así como Hesed, la Misericordia, al estaño; la número cinco, Gueburah, Rigor, llamada igualmente Din, Juicio, se vincula al hierro, así como la número seis, Tifereth, Belleza, al oro, y la número siete, Netsah, Victoria, al cobre. Finalmente las números ocho, nueve y diez, Hod, Yesod y Malkhuth, la Gloria, el Fundamento y el Reino, se identifican con el mercurio, la plata y la materia primera de la Obra.

Ejercicio práctico

Dibuje pacientemente un Arbol de la Vida y "cárguelo" con los elementos que se han ido suministrando. Recuerde que al meditar o trabajar con los símbolos, éstos comienzan a despertar sus energías dormidas, revelándose a nosotros plenos de significados, que resultan actuantes en nuestra psique, y por lo tanto en todo lo relacionado con nuestra existencia.

Por otra parte, las energías de todos aquéllos que han trabajado o meditado en este símbolo (sabios y grandes Iniciados) se hallan depositadas en él. Y se trata, nada menos, que de su vivificación. Agregaremos que los símbolos metafísicos son de por sí terapéuticos, aunque no hayan sido diseñados con este propósito, y su efecto es derivado de su función principal.

Los números y las figuras geométricas

Los números son símbolos universales y sagrados, que nos permiten descubrir el orden en la naturaleza y en nosotros mismos, y establecer múltiples relaciones entre los distintos grados de la existencia, e identidades entre los seres y las cosas, y entre las diversas tradiciones de la Antigüedad, que unánimemente los utilizaron como vehículos para comprender el cosmos.

Si veíamos el doble aspecto exotérico y esotérico en el simbolismo general, éste se expresa, en el caso de los números, como lo cuantitativo y lo cualitativo, pues ellos no sólo se refieren a cantidades, sino también a cualidades del Ser Universal, que es armónico y numérico en todos sus niveles, tanto en el macrocosmos, como en la naturaleza y en el hombre, pues, según el Evangelio cristiano, "hasta el último de tus cabellos está contado".

Los números, como medidas o ritmos, no han sido inventados por el hombre, como a veces se cree, sino que ellos se hallan presentes y hasta visibles en toda manifestación, gracias a lo cual son revelados al ser humano.

Los símbolos numéricos están íntimamente ligados a las estructuras y a las figuras geométricas, tanto planas como tridimensionales, las que los expresan también a su manera, pues hay una identidad entre los símbolos aritméticos y los geométricos. Ellos, como todo símbolo (y como la vida misma), no son sólo lógicos, sino que fundamentalmente son mágicos, y de ese modo actúan, al conectarnos con energías invisibles que en su interior se ocultan, permitiéndonos múltiples lecturas de la realidad, y la comprensión de niveles jerarquizados de la conciencia.

Los números naturales se suceden unos a otros de forma espontánea, y al llegar al denario vuelven a reciclarse en su propio código, capaz de progredir indefinidamente. Un número es pasivo con respecto al que le antecede y activo con referencia al que le sigue. Así, el número 2 es pasivo con respecto a la unidad y activo referido al 3. Igualmente, el 3 es pasivo con el 2 y activo con el 4. Al llegar al denario, retornan a la unidad (10=1+0=1).

Los números admiten una división fundamental entre pares e impares. Recordemos que la Numerología es la Ciencia de las "Proporciones". Las tres operaciones fundamentales de la aritmética son suma (o resta), multiplicación (o división) y la potencia de los números expresada por su propia reproducción.

Astrología

Queremos dar a continuación algunas generalidades acerca de los planetas para seguir estableciendo nuestras relaciones sobre el diagrama del Arbol de la Vida.

Símbolo del planeta Saturno SATURNO: Este es el planeta que se halla más alto y elevado, y por lo tanto el que está más lejos, y tal vez aquél cuyas energías sutiles sean más difíciles de concientizar. Se lo suele clasificar como un astro cargado de fuerzas pesadas, y la superstición hace de él una estrella luctuosa. Todos los planetas tienen un aspecto maléfico y otro benéfico, al igual que cada una de las sefiroth: una mitad luminosa que mira a Kether, y otra oscura que mira a Malkhuth. Si las energías negativas de Saturno son ciertamente pesadas y hasta aniquiladoras, su aspecto benéfico es el más alto, y sus vibraciones son percibidas en la conciencia del hombre como un estado de melancolía y desasosiego espiritual, preámbulo de realizaciones profundas, ligadas a lo que está más allá, a lo más elevado, misterioso y oculto. La experiencia y la inteligencia son algunos de sus atributos, a los que debemos relacionar con la ancianidad, e inclusive con la Antigüedad. Su paso es lento y pausado, madura y estable su energía, para todos aquéllos que pueden aprovechar sin temer sus emanaciones.

Símbolo de JúpiterJUPITER: Es hijo de Saturno y a su vez padre de todos los dioses. Esta precedencia nos está dando no sólo la idea de energías que se establecen jerárquicamente, sino también la de un orden invariable. Si la influencia de Júpiter como progenitor benéfico, entidad generosa, amante de la vida, y gracioso y misericordioso Señor del mundo, puede advertirse en todas las cosas, por detrás de él se halla la energía profunda y concentrada de Saturno, que Júpiter transforma y convierte en actuante. El alimenta constantemente la hoguera de la vida y sus efluvios regeneradores procrean de continuo nuevos seres, ideas y cosas, sin limitación.

Símbolo de MarteMARTE: Y si la energía de Júpiter brota constantemente como una fuente, Marte ha de limitarla para que ésta tome forma, destruyendo todo lo inútil, lo innecesario y superfluo, en el teatro del mundo. Este belicoso destino caracteriza a Marte, dios de la guerra y de la destrucción necesaria para que pueda edificarse incesantemente el Cosmos y el hombre que lo habita.

Símbolo del SolSOL: Es el generador de todas las cosas y de la vida tal cual ella se expresa, de una manera natural. Es además el intermediario directo entre lo inmanifestado y la manifestación. Su energía, que extrae de lo más oculto de las posibilidades del cielo, es proyectada sobre el plano de la creación produciendo todas las cosas manifestadas. Su ubicación central es imprescindible para la vida, a la que sella y conforma con su energía radiante. Es también un módulo cíclico. Todos los planetas confluyen en él, y sus características se expresan asimismo en ellos.

Símbolo de VenusVENUS: Diosa del Amor, se encarga de unir los fragmentos dispersos del ser y el universo. Como todas las estrellas, tiene dos aspectos contradictorios entre sí. En su faz más alta se relaciona con los misterios espirituales y místicos del amor. Su cara más baja se halla en relación con la personalidad y se expresa por la posesión y la energía genital.

Símbolo de MercurioMERCURIO: Mensajero de los dioses, él se encarga de distribuir las fuerzas del espacio, volcándolas sobre la tierra. Es él quien nos transmite las buenas y las falsas venturas (es el dios de los comerciantes y también de los ladrones) y su rapidez, entusiasmo y versatilidad a veces nos confunden, pero en todo caso nos movilizan siempre, y bien entendido, es un aliado cuyas revelaciones se hacen imprescindibles a lo largo del camino de la vida y en la Vía Simbólica del Conocimiento.

Símbolo de la LunaLUNA: Diosa madre por excelencia, está relacionada por lo tanto con la Tierra –de la que ella es una imagen celeste–, la fecundación y la potencia esencial de la savia y los efluvios vitales. Su relación con las aguas y la oscuridad resultan sencillas de comprender. Preside la noche, y su débil luz y la periodicidad de sus ciclos, nos anuncian la presencia de otras realidades ocultas, más allá de los fenómenos psíquicos que constituyen su reinado.

Símbolo de la TierraTIERRA: En ella maduran las energías de los astros que concretan la "materia" del mundo. Es por lo tanto símbolo de la densidad y de la atracción de la gravedad hacia lo bajo. En su seno bullen energías análogas a las de las estrellas y se cocinan los sucesos y las cosas más evidentemente sustanciales. Sin embargo es con este caldero, y su fuego, con el que se pueden sublimar esas energías.

Tarot

Los arcanos del Tarot se conectan numéricamente con las sefiroth del Arbol de la Vida, de una triple manera:

a)  Por un lado, suelen colocarse los Arcanos Mayores en cada una de las esferas. Sin restar validez a otras posibles formas de ubicar estas láminas proponemos aquí la que nos parece más clara y precisa: la carta 1, El Mago, se coloca en la esfera 1, Kether, y así sucesivamente la lámina 2, la Sacerdotisa, en la esfera 2, Hokhmah; hasta la carta 10, la Rueda de la Fortuna, que se ubica en la esfera 10, Malkhuth, o sea que las primeras 10 cartas coinciden exactamente en su número con las 10 sefiroth y recorren un camino descendente por el Arbol. Las numeradas 11 a 20 emprenderán su recorrido inverso y ascendente de este modo: la número 11, La Fuerza, se coloca también en Malkhuth, esfera número 10; la número 12, El Colgado, en la esfera número 9, Yesod; la 13, La Muerte, en la octava sefirah, Hod, y así sucesivamente hasta la carta 20, El Juicio, que se ubicará en la esfera número 1, Kether. Obsérvese que los dos arcanos correspondientes a cada sefirah suman siempre 21 (ej.: 11+10=21, 13+8=21, 17+4=21, 20+1=21). Finalmente, la carta 21, El Mundo, y la sin número, El Loco, se colocan por encima de Kether en la región denominada Ain, principio y fin de toda posibilidad.

b)  Los cuarenta arcanos menores se sitúan por su orden numérico en las esferas del Arbol haciéndose con ellos cuatro árboles completos, uno por cada palo de la baraja; las cartas del 1 al 10 de bastos (tréboles) constituirán un árbol entero en el mundo de Atsiluth; las 10 láminas de espadas (picas), otro en el mundo de Beriyah; las 10 de copas (corazones) en el de Yetsirah, y las 10 de oros (diamantes) en el de Asiyah. Estos cuatro palos se identifican también, por su orden, con los elementos alquímicos (fuego, aire, agua, tierra).

c)  Las llamadas Cartas de la Corte se suelen identificar también con los cuatro palos del juego y con los elementos y mundos ya mencionados; es decir: el Rey con el elemento fuego y el plano de Atsiluth, la Reina con el elemento aire y el plano de Beriyah, el Caballo o Caballero con el elemento agua y Yetsirah, y por último el Paje con la tierra y Asiyah. Igualmente se los asimila a los cuatro tiempos que integran cualquier ciclo de manifestación, así estos sean las cuatro fases del día o del mes lunar, las cuatro estaciones del año, las cuatro etapas de la vida de un hombre, o las cuatro edades de la humanidad.

La Iniciación

La Iniciación es el proceso por el cual el hombre se acerca al conocimiento de otras realidades, que ocultas en sí mismo, son sin embargo su auténtico Ser. Este recorrido interno a todos los niveles y los diferentes estados del Ser Universal, es lo que verdaderamente distingue lo sagrado de lo profano, lo real de lo ilusorio. Se trata de algo auténticamente nuevo. De la percepción interior de otros mundos, que a través de un recorrido prodigioso se realizan en el interior del ser humano, ya que éste, efectuando el rito del Conocimiento, la aprehensión de las verdades eternas, va adquiriendo las cualidades necesarias para una transformación integral, prólogo a toda idea de transmutación. Se necesita algún estímulo externo, no sólo para despertar al hombre, sino también para ordenarlo, y la Doctrina Tradicional, en este caso la Cábala y los vehículos herméticos, como el Tarot, cumplen esa imprescindible función. El símbolo es la contraseña, el pasaje, a la comprensión de otras realidades. El rito del estudio, la meditación y la realización de las prácticas auxiliares que incluyen jugar con esta baraja mágica, son la mayor garantía de la vivencia de aquellas energías que yacen ocultas y potenciales en nuestro interior.

Alquimia

Hemos visto y relacionado el proceso alquímico con el proceso de iniciación, conocido y practicado desde siempre por la Tradición Unánime y la Antigüedad. Esta es la Alquimia espiritual, que no se contrapone, sino que muy por el contrario, se complementa con las operaciones materiales, psico-físicas. A esta altura de nuestros estudios hemos de saber claramente que lo que pretendemos es la transmutación. La cual se expresa en la psique como una revolución o regeneración de valores completa, que incluye la muerte del hombre viejo y el nacimiento del Hombre Nuevo. Esta gestación se compara con el nacimiento de un mundo, por lo que se corresponde con la cosmogonía. Por otra parte, el Camino o Vía Iniciática es también réplica del recorrido del alma post mortem e incluye la inmersión en el país de los difuntos. El alquimista, o el "tarotista" o mago, sujeto y objeto de esta ciencia, debe velar, forzarse a comprender, aunque paradójicamente sabe que los resultados de su arte sólo se obtienen con suma paciencia y cuidado, y que lo que no se produjo en x veces, se realiza en x + 1 vez. La deidad es permanente asombro y no se deja conocer sin sacrificio. Es sabido que los alquimistas de la Antigüedad, así como los medioevales y renacentistas, usaban de la oración como un medio efectivo de transmutación y de comunicación con el espíritu y el alma del mundo, los que a través de sus efluvios templaban su carácter.

Numerología

Como los diez primeros números están relacionados con los diez Arcanos Menores del Tarot y con todas aquellas láminas que los contengan (en los Arcanos Mayores superiores a diez se suman los enteros; ej.: 11 = 1 + 1  = 2), ofrecemos a continuación los conceptos fundamentales de la serie de los números naturales:

El 1 es aparentemente el más pequeño de todos los números, pero sin embargo es el más grande, pues toda la serie numérica está en él contenida de modo potencial. De esta manera, el número 10.000, por ejemplo, pareciendo 10.000 veces mayor que la unidad, es sin embargo la fragmentación de ésta en 10.000 partes. El 1 es pues, el mayor de los números y al mismo tiempo el más pequeño de todos. Es el símbolo de la Unidad metafísica –es decir, de la Deidad– que está en todo, como la unidad aritmética en la totalidad de los números. Relacionado con el punto geométrico, el 1 aritmético es también el origen y el destino de todos, pues de él vienen y a él vuelven, ya que los números indefinidos, a pesar de su ilusoria multiplicación, siempre retornan al 1 al terminar su ciclo (10 = 1 + 0 = 1).

La unidad se ve reflejada a sí misma en el binario; y a partir de esta primera polarización, todo lo que se expresa en el orden sensible es sexuado en sus principios: macho y hembra, vida y muerte, luz y tinieblas, cielo y tierra, espíritu y materia. El punto se polariza, dando lugar a la línea recta.

Pero para que dos cosas se opongan, tiene que haber algo de común en ambas, que es aquello que une los contrarios y los complementa. El macho y la hembra se unen en el hijo; el cielo y la tierra en el hombre; el espíritu y la materia en el alma intermediaria, etc.

Es a partir de un punto de referencia central, que es posible tener idea de lo alto y de lo bajo, de lo derecho y lo izquierdo, de lo de adelante y atrás.

En los 3 primeros números se sintetizan todos los demás, y ellos representan los Principios de los que emana toda la existencia.

El número 3 se simboliza geométricamente con el triángulo equilátero, al que se considera la primera forma plana bidimensional, a la vez que la estructura primaria arquetípica.

Y si esos 3 primeros números se consideran inmanifestados, la primera manifestación se halla en el 4, que nace como un punto central en el interior del triángulo, dando lugar a la primera figura tridimensional: el tetraedro regular, formado de 4 caras triangulares, al que se ve como el primer sólido.

El 4 es la unidad que se manifiesta en la creación, según la famosa ley de la Tetraktys pitagórica, 4 = 1 + 2 + 3 + 4 = 10 = 1 + 0 = 1. Este número regula todas las leyes creacionales, signando, como hemos visto, las 4 direcciones del espacio y las 4 estaciones del tiempo, y también los 4 elementos y los 4 mundos, con las innumerables posibilidades de relaciones y desarrollos que esto nos puede permitir. En su faz estática, el 4 se simboliza geométricamente con el cuadrado, y en su aspecto dinámico con la cruz.

Sin embargo estas figuras geométricas no podrían existir, si no fuera por su punto central, o quintaesencia, que es lo que las origina y donde todas sus energías se concentran.

El 5 hace que todo retorne nuevamente a su origen, como después de 4 estaciones la quinta vuelve a ser la primera. Si la vida de un hombre tiene cuatro fases (infancia, juventud, madurez y vejez), el quinto punto es donde se unen el nacimiento y la muerte: el Ser de ese hombre. El aquí y el ahora donde tiempo y espacio se funden en la unidad perfecta del eterno presente.

También se dice que el 5 es el número del microcosmos, por sus múltiples relaciones con el ser humano, que percibe la realidad con 5 sentidos, posee 5 dedos en cada una de sus extremidades, y cuya imagen suele inscribirse en una estrella de 5 puntas.

El número 6 repite el proceso de la unidad reflejándose en el binario, pero aquí es el número 3, o triángulo, el que se espeja a sí mismo, creando al senario, lo cual puede representarse geométricamente con la conocida Estrella de David o Sello Salomónico, donde el macrocosmos y el microcosmos, o en otra lectura, el espíritu y la materia, se encuentran inseparablemente unidos, gracias a su origen central que los reúne.

Desde otro punto de vista, el 6 nace del cuadrado, que llevado a la tridimensionalidad se convierte en un cubo, en el que podemos observar tres caras visibles o manifestadas, quedando siempre las otras tres invisibles, representando la inmanifestación. Esta oposición 3 a 3, a diferencia de la cruz plana, donde se oponen las energías 2 a 2, es la que produce la cruz tridimensional o volumétrica, donde el zenit y el nadir vienen a agregarse a la figura.

Pero como ocurre con los números pares vistos anteriormente (el 2 y el 4), también el número 6 cobra todo su sentido cuando le es agregada la unidad. El 7 es el punto central de la Estrella, el cubo y la cruz; su origen y su síntesis. Este número es igualmente la expresión de la unidad en otro plano, pues 7 = 1 + 2 + 3 + 4 + 5 + 6 + 7 = 28 = 2 + 8 = 10 = 1 + 0 = 1.

Son 7 los días de la Creación y los de la semana, relacionados a su vez con los 7 planetas y metales; 7 los Chakras de la tradición hindú; 7 los ángeles y arcángeles principales y las sefiroth de "construcción cósmica"; también las notas musicales; y en algunas tradiciones son 7 los grados de la Iniciación. Este número está en íntima relación con el simbolismo de la escala, y también con la idea de jerarquía a la que nos referiremos más en detalle.

Del 8 se dice que es un número de "pasaje", pues simboliza el cambio de estado, y también la muerte iniciática (en Astrología, la casa 8ª es la de la muerte). El octógono, la doble cruz, y el doble cuadrado, son sus figuras geométricas correspondientes, y las encontramos en las pilas bautismales (que separan el mundo profano del sagrado), en las cúpulas (a través de cuyo centro se "pasa" de lo humano a lo sobrehumano, de lo cósmico a lo supracósmico), en la Rosa de los Vientos (ahora son 8 las direcciones del espacio) y en el timón de los barcos.

El 9 es el número de la circunferencia, la que consta tradicionalmente de 360 grados (3 + 6 + 0 = 9), pudiendo dividírsela en dos semicircunferencias de 180 (1 + 8 + 0 = 9), 4 ángulos rectos de 90 (9 + 0 = 9), 8 semirectos de 45 (4 + 5 = 9), etc. Como ella, este número tiene la particularidad de retornar siempre a sí mismo, pues todos sus múltiplos son reductibles a 9. (Ejemplo: 4.831 x 9 = 43.479 = 4 + 3 + 4 + 7 + 9 = 27 = 2 + 7 = 9, y así cualquier múltiplo hasta el infinito).

Pero como los indefinidos puntos de la circunferencia, que no pueden existir sino a partir de un punto central, del que son su reflejo aparente, todos los números naturales deben retornar a la unidad al finalizar su ciclo con el 10, que es verdaderamente el signo numérico de la rueda, pues al 9 de la circunferencia, le ha sido añadida la unidad central.

Cábala

La Cábala no sólo emplea la Doctrina de las Emanaciones, simbolizada por el Arbol de Vida sefirótico, sino que utiliza el alfabeto hebreo como fundamento de una serie de disciplinas, construidas en base a transposiciones de letras y números en las palabras, o relacionadas con el valor que ellas sustentan (por ejemplo: dos palabras en que la suma de sus letras corresponda a igual cifra numérica son análogas, y su significación intercambiable, o idéntica). La Tradición confiere un valor particular al nombre de las cosas, lo cual es especialmente cierto en el trabajo cabalístico.

A continuación ofrecemos un cuadro con las veintidós letras del alfabeto hebreo, sus nombres y valores numéricos. Cada letra de este alfabeto sagrado se corresponde con un número, como fue también el caso entre los griegos antes de la anotación arábiga. Los números eran designados en esas épocas con las letras alfabéticas correspondientes.

Algunos tarotistas han identificado las letras del alfabeto hebreo con cada una de las 22 láminas de los arcanos mayores del Tarot, lo que no deja de ser significativo, como lo ejemplifican, entre otras, la letra Mem, correspondiente a la lámina 13, La Muerte, y la Nun, relacionada con la número 14, La Templanza, símbolos de muerte y resurrección, respectivamente.

 

Arcano

Letra

Valor

I El Mago Alef
1
II La Sacerdotisa Beth
2
III La Emperatriz Guimel
3
IV El Emperador Daleth
4
V El Papa He
5
VI El Enamorado Vau
6
VII El Carro Zayin
7
VIII La Justicia Heth
8
IX El Ermitaño Teth
9
X La Rueda de la Fortuna Iod
10
XI La Fuerza Kaf
20
XII El Colgado Lamed
30
XIII La Muerte Mem
40
XIV La Templanza Nun
50
XV El Diablo Samekh
60
XVI La Torre de Destrucción Ayin
70
XVII La Estrella Fe
80
XVIII La Luna Tsade
90
XIX El Sol Qof
100
XX El Juicio Resh
200
XXI El Mundo Shin
300
0 El Loco Taw
400
     

Algunos tarotistas invierten las letras correspondientes a los dos últimos arcanos, El Mundo y El Loco.

Los siete metales

Siete son los materiales con los que trabaja el alquimista y que corresponden exactamente, por analogía, con las siete energías que los astros representan en el cielo. Estos "metales" que el mundo y el hombre conllevan en su interior, se combinan constantemente entre sí, y bien pueden asimilarse en el hombre a energías de tipo psíquico, como es en el caso de los planetas. El símbolo es correspondencia rítmica entre dos energías que emiten en la misma frecuencia de onda y por lo tanto se corresponden entre sí. El símbolo es por eso lo que fundamenta las leyes de la analogía y la correspondencia. Y él liga una cosa, ser, o espacio conocido, con otro desconocido al que él se está refiriendo. El símbolo gráfico que representa esta realidad es el conocido sello salomónico, donde un triángulo equilátero con el vértice hacia arriba se espeja en otro exactamente igual pero con el vértice hacia abajo, es decir de modo invertido.

El caldero alquímico, el horno donde se cuecen las combustiones, es llamado en Alquimia Athanor. Es asimismo una reproducción en miniatura del macrocosmos e igualmente del microcosmos, o sea del universo y el hombre. Este Athanor está construido a niveles superpuestos. En el primero se encuentra el fuego indispensable para la Obra. El segundo y el tercero, donde se cuecen propiamente las sustancias, son verdaderamente transformadores, y a veces se los suele considerar como un solo cuerpo. En el cuarto nivel las formas y la materia se han volatizado y existen de una manera distinta y trascendente. Los gases, que ocupan la parte superior del Athanor, están vinculados con lo sutil, mientras que la sustancia de la Gran Obra se relaciona con lo denso. Este proceso de perpetuo refinamiento y reciclaje de energías es la clave de la Alquimia, la cual acostumbra trabajar con el favor del Tiempo. La transformación de la materia en un modo de realidad diferente, es el propósito del sabio alquimista.

La Tradición Hermética

La Tradición Primordial y Unánime, toma en Occidente la forma de la tradición hermético-alquímica, la que se expresa históricamente a través de los mitos y símbolos cosmogónicos egipcios, judíos, griegos, romanos, cristianos y árabes, por medio de la ciencia esotérica que constituye la unidad de todos esos pueblos.

El Hermetismo debe su nombre a Hermes Trismegisto, el Tres Veces Grande, personaje mítico, intermediario y Mensajero de los Dioses, que con distintos nombres ha aparecido en diversos momentos históricos y lugares geográficos, siempre como educador de los hombres y transmisor de la Doctrina y la Enseñanza Tradicional. Entre los egipcios se lo llamó Thoth y fueron los griegos los que le dieron el nombre de Hermes. Los romanos lo asimilaron al planeta Mercurio; y las tradiciones judeo-cristiana y árabe lo relacionaron con diversos ángeles y profetas, como Rafael, Enoch, Elías e Idrish, y hasta con el Maestro Jesús, el que jugó también un papel de mensajero y educador. De hecho, en todas las demás tradiciones podemos encontrar mitos similares y personajes con idénticos atributos, que tomando distintos nombres han sido la manifestación de esa misma energía, espíritu o dios, al que nos estamos refiriendo.

El Hermetismo se ha expresado más como una ciencia que como una religión, y de hecho podríamos decir que se trata de una Ciencia de Ciencias, al ser el origen y el principio de todas las ciencias conocidas. Hay innumerables textos sagrados que se han considerado como integrantes de estas ciencias hermético-alquímicas, comenzando por aquéllos a los que se ha dado el nombre de Corpus Hermeticum. Ya tendremos oportunidad de irnos refiriendo a ellos (ver bibliografía), y sobre todo a sus Ideas, que fundamentalmente a través de la Cábala, la Alquimia, la Numerología y la Geometría, la Astrología-Astronomía y el Tarot (también denominado Libro de Thoth), han llegado hasta hoy con toda la fuerza que tantos sabios, a través de los siglos, les fueron otorgando.

Lo exotérico y lo esotérico

Al tratar de comprender los símbolos, se hace indispensable tener una idea clara de dos aspectos opuestos y complementarios que todo símbolo posee: lo exotérico y lo esotérico. Lo exotérico es lo externo, la forma visible que una energía determinada toma para manifestarse al mundo de los sentidos, y que varía según el tiempo, el espacio y el nivel de la realidad en que se expresa. Lo esotérico significa lo interno, lo oculto e inmanifestado, la parte secreta del símbolo que no es otra cosa que una energía, idea o fuerza, que todo signo sagrado contiene, y que en nuestros trabajos es lo que verdaderamente interesa aprehender, conocer y experimentar. Las ciencias ordinarias estudian al símbolo únicamente desde el punto de vista exterior, y por lo tanto sólo pueden percibir las diferencias aparentes entre las distintas tradiciones y las diversas ciencias, no pudiendo establecer verdaderas relaciones entre ellas, como las que nuestra Ciencia Esotérica podrá darnos, pues ella conoce la identidad profunda de las energías a las que se refiere, que trascienden su apariencia formal y nos conectan con esa realidad metafísica que sólo a través de lo esotérico podremos percibir.

Lo esotérico es por lo tanto unificador y esclarecedor y sólo lograremos comprenderlo cuando estemos dispuestos a traspasar y penetrar las simples apariencias de las cosas y los símbolos, permitiendo que éstos nos revelen esas energías ocultas que ellos poseen, y que son capaces de despertar las fuerzas invisibles que todos tenemos en nuestra propia interioridad. De este modo podemos penetrar a otros espacios de nuestro ser; otras aulas y ámbitos unidos extrañamente a la memoria, que serán los pasos previos al ingreso a nuestra Iglesia Secreta, simultánea; y por lo tanto completamente atemporal.

Cábala

Daremos una última correspondencia. La que relaciona a las sefiroth del Arbol con las distintas partes del cuerpo humano. Ya que para la Cábala el cosmos es un hombre gigantesco llamado Adam Kadmon, y el ser humano una miniatura de él:

Kether, Hokhmah y Binah constituyen su cabeza, estando estas dos últimas sefiroth vinculadas al ojo derecho y al izquierdo, respectivamente, aunque asimismo corresponden a cada uno de los hemisferios cerebrales.

– A Hesed se le asigna el brazo derecho, y el izquierdo a Gueburah, mientras que el corazón, o centro del Arbol, debe atribuirse a Tifereth.

– A Netsah la pierna y la cadera derecha, y a Hod las análogas del lado izquierdo, siendo Yesod la que se asimila a los genitales, quedando finalmente Malkhuth en relación con los pies.

Hemos de recordar sin embargo que de acuerdo a las leyes de la analogía y la naturaleza de los símbolos, lo que es derecho desde un punto de vista puede ser izquierdo desde otro. Por lo tanto, puede también verse al Arbol de manera invertida a como se indicó, correspondiendo en ese caso a la columna del amor lo izquierdo y a la del rigor lo derecho.