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La naturaleza ha sido aclamada como la mejor vestida del año. Tiene ropa para cada ocasión, posee el gusto más exquisito y variado; no se equivoca nunca, se presenta siempre a horario, le basta con ser ella misma, y siendo la más bonita y la más rica de todas, jamás dejó de atender a un necesitado. Los que pretenden conocerla no la conocen. Tal vez han pensado que se acercaban a ella en algunas vacaciones, o en un pícnic, al ojo del microscopio, o haciendo el campesino. Su vestido es una piel que cambia constantemente, una función caleidoscópica continuada que comienza cuando usted llega. Las películas superficiales de la tierra son apenas el envase de lo que el nombre de belleza cabalmente simboliza. Como nosotros, las manifestaciones naturales son deidades invertidas o caídas que comparten nuestra suerte cósmica. Sería tal vez más acertado decir que dependemos de estos intermediarios, pero estos seres son mucho más antiguos que nosotros, y tienen un tiempo completamente distinto al nuestro.